Vivir en la verdad no es lo mismo que decir la verdad. Vivir en la verdad implica reconocer y aceptar la verdad, pero no necesariamente uno tiene que comunicar la verdad. Entre decir la verdad o la mentira cabe la posibilidad del silencio, dado que hay personas que no merecen nuestra verdad. Esta lección la podemos aprender de Jesús.
Cuando Jesús expulsa a los mercaderes del templo los saduceos se acerca y le preguntan: “¿Con qué autoridad haces esto?”. El Señor les responde: “Yo también les voy a hacer una pregunta: El bautismo de Juan de ¿dónde procedía? ¿Dios o de los hombres?”. Entonces ellos se ponen a deliberar: “Si decimos que venía de Dios nos va decir entonces ¿por qué no le hicieron caso?, si decimos que viene de los hombres el pueblo nos va acusar, pues ello creen que es un profeta”. Ante tal disyuntiva le responden: “No lo sabemos”. Entonces él les dice: “Tampoco yo les digo con qué autoridad hago esto” (Mt. 23-27). Es evidente que en este caso los saduceos no les interesaba la verdad, lo que les interesaba era tener algo de que acusarlo. Por tanto, esta gente no merecía la verdad.
A veces no sólo se trata merecer, sino de su utilidad. Es decir que hay que sopesar cuán útil y constructivo es decir la verdad. Conozco el caso de un señor que en un determinado momento fue infiel a su esposa. Después de 10 años ingresa en un grupo religioso, donde les exigían confesar sus pecados públicamente, lo cual de por sí ya es un atentado a la dignidad de la persona. En esa confesión estaba su esposa y sus hijos. El señor confesó ese desliz que tuvo hacía ya varios años pasados. Esa confesión lastimó mucho a su familia, que terminó separándose de su esposa. La pregunta es: ¿Valió la pena hacer esa confesión? ¿No hubiese sido mejor quedarse en silencio? Si hizo la confesión sacramental con un sacerdote no era necesario que lo diga su familia. Es evidente que ese fu acto imprudente.
Señor, ayúdanos a vivir siempre en la verdad y danos valentía para poder confesar la verdad cuando es necesario y sabiduría para poder conservar dicha verdad cuando las circunstancias lo ameritan.