De hecho la falta de amor causa un terrible forrado en el corazón humano, que produce tristeza y vacío, sobre todo cuando se da en la etapa de la niñez y de la adolescencia. Pero esa falta de amor no siempre se da por voluntad de nuestros seres queridos, a veces son actos involuntarios que nos lastiman, e incluso en otras oportunidades se da a consecuencia de las circunstancias de la vida. Vemos el caso del siguiente joven:
“Yo era un tipo muy triste y desdichado. Durante un buen tiempo he vivido una vida muy triste, lúgubre y sombría. Sentía que me faltaba algo en la vida. Era algo así como un enorme vacío que no podía ser satisfecho con nada. Con el paso del tiempo he logrado comprender que esos sentimientos los tenía por una falta de amor que tuve cuando era niño. Mi historia es la siguiente:
Cuando fui niño viví la época de la guerra entre Salvador y Honduras, que se dio más o menos en 1988 y 1989. Mi familia tuvo que emigrar dejando sus fincas para establecerse en un pueblo lejano. A los 6 años tuve que salir de la casa paterna para vivir en la casa de unos familiares donde tendría la oportunidad de estudiar. De la casa de mis padres salía los lunes y llegaba los sábados. Entonces prácticamente me crié con mis tíos. Cuando estaba lejos yo quería estar con mis padres. De 6 a 12 años no tuve el beso de mi madre. A los 16 años experimenté un retiro de evangelización, donde pude decirles a mis padres cuánto los quería y la falta que me han hecho durante ese tiempo.
Es evidente que no fue porque mis padres quisieron hacerme daño. Pero ellos hicieron el sacrificio para que yo sepa leer. Esa experiencia, si bien me dolió mucho, también me ayudó a no ser dependiente de mis padres y a ganar más autonomía. Cuando les revelé mis sentimientos mi madre me dijo: “Para mí también era muy duro, hijo mío, para mí también fue muy duro. No sabes cuánto te extrañaba y la pena que me daba dejarte marchar siendo tan pequeñito. Pero ¿Qué podía hacer?, Tenías que estudiar. Me consolaba saber que ese sacrificio era para tu bien”.
Estas palabras han calado muy hondo en mi corazón. Estas palabras me han dado mucha plenitud, pues me han ayudado a entender que mi madre me ha amado y que me ama mucho. Que su ausencia no fue porque ella sea mala, sino porque las circunstancias de la vida quisieron que sea así.
Esta experiencia ha marcado mucho mi vida. Pues me ha hecho ser duro y poco expresivo en mis sentimientos. Aunque a alguna persona la aprecie mucho me cuesta decirle que la quiero. Mis padres tampoco fueron expresivos en sus sentimientos, ni mis tíos. A los 16 años experimenté el beso de papá. De verdad que sabía a gloria. Ese beso transformó mi vida, pues me sentí tan querido por mi padre”.
El testimonio del joven nos ayuda a entender la afirmación hecha inicialmente: la falta de amor crea vacío en el corazón humano. Pero también podemos aprender que esa herida emocional sólo se cura con la expresión del amor. El joven fue capaz de ser consciente de su problema y de comunicarlo a sus padres. Sus progenitores al mostrarse comprensivos y expresarle sus sentimientos de amor iluminaron la vida oscura de ese joven. Pero el sello de esa experiencia de amor lo impregnó con el beso que le dio a su hijo, a quien, como él mismo lo dice: “le supo a gloria” y le “transformó la vida”. ¿Será capaz, usted de curar sus heridas emocionales y las de los demás con la experiencia del amor?