P. Walter Malca Rodas; C.Ss.R
Un amigo escritor me confió que intensificó su amor por la escritura a raíz de que perdió un concurso literario en la universidad donde estudiaba. El asunto, según este personaje, sucedió así:
Por un boletín de ese centro de estudios se enteró de la organización de dicho concurso. Leyó detenidamente las bases y se propuso escribir algo interesante, con el tema sugerido. Cuando terminó su trabajo, después de estrictas correcciones, lo presentó a la secretaría, tal como lo exigían las bases.
Como los trabajos se presentaban en sobre cerrado nadie sabía que él se había presentado al concurso. Así es que, al llegar el día de la premiación, esperó los resultados con mucha paciencia, pues si ganaba sería una gran sorpresa para sus amigos y si perdía nadie se daba por enterado.
Llegado el momento oportuno el presidente del jurado calificador cantó el nombre de los ganadores del primer y segundo puesto y anunció tres menciones honrosas. Pero, en ninguna de ellas se mencionó el nombre de mi amigo.
Si bien nadie de sus amigos se enteró del asunto, él, en lo profundo de su corazón, sabía que había fracasado. Es cierto que en esta ocasión experimentó un trago muy amargo, pero no se dejó hundir por la frustración. Él sabía muy bien que es muy distinto tener frustraciones en la vida que ser un frustrado en la vida.
Él era un hombre de carácter optimista que sabía sacar provecho de sus derrotas. Así es que a partir de aquella experiencia se propuso firmemente escribir algo que sea meritorio de una publicación. Esta decisión se tornó en un fuerte deseo, que lo impulsó poderosamente a hacer realidad su sueño. De este modo empezó su carrera literaria. Actualmente tiene varias publicaciones.
Esta anécdota es muy aleccionadora, pues nos da a entender que muchas veces las frustraciones, si las sabemos asumir adecuadamente en la vida, son el trampolín para lograr al éxito. Es cierto que las caídas duelen, pero es necesario tener la sabiduría para asumir el dolor en nuestra vida y la valentía para poder levantarse y sobreponerse a las derrotas. Por eso es muy importante tener la mente abierta para aprender la lección y seguir caminando con dignidad.
Dicen que cierto día un empleado le preguntó a su jefe: “Oiga, ¿qué ha hecho usted para obtener un puesto tan alto en esta empresa?”. “Este puesto que desempeño con sano orgullo y gran responsabilidad lo debo gracias a mi capacidad para tomar buenas decisiones”, respondió el jefe. “Y, ¿qué ha hecho para tomar buenas decisiones?”, le volvió a interrogar el joven. “Tomar malas decisiones”, le contestó, pacientemente, el jefe.
Este hombre fue verdaderamente sabio, puesto que nunca renegó de sus errores, sino que los supo aprovechar de la mejor manera, sacando grandes lecciones que le llevaron al éxito profesional. Basados en este ejemplo, tan elocuente, podemos decir con suma certeza que las derrotas pueden ser el trampolín para llegar al éxito.