Se cuenta que en un lugar había un libro de cuentos, que tenía una hermosa y sugerente carátula, pero en su interior no había texto alguno. De tal modo que cada vez que alguien abría el libro encontraba las páginas vacías y lo arrojaba a un costado. Así terminó arrinconado, llorando su triste situación.
Justo en la esquina donde fue a parar el libro vacío había un frasco lleno de tinta que, hace tiempo, su dueño se había olvidado. Éste frasquito también llevaba una vida llena de lamentos y amarguras, pues se sentía inútil.
Así pasó el tiempo hasta que en una oportunidad cayó junto a ellos una hermosa pluma de cisne, que se había desprendido de uno que en ese momento pasaba volando por ahí. En principio, la pluma también se sintió triste, vacía e inútil, y sumó su amargura a la de sus compañeros. Pero estos lamentos duraron poco, pues la pluma, despertando de la modorra de su inconsciencia, se secó las lágrimas y dijo a sus compañeros: “¿Qué ganamos quejándonos y llorando? Nada, ¿verdad? Como dice el dicho: “En vez de maldecir la oscuridad enciende una luz”; nosotros en vez de quejarnos y llorar pensemos qué podemos hacer para ser más útiles y productivos”.
Como dice el dicho: “En vez de maldecir la oscuridad enciende una luz”; nosotros en vez de quejarnos y llorar pensemos qué podemos hacer para ser más útiles y productivos”.
El libro vacío y el frasco de tinta, ante tales palabras, también reaccionaron y se dijeron: “La pluma tiene razón, nada sacamos llorando y quejándonos. Debemos pensar qué hacer pasar solucionar nuestro problema”. De este modo pluma, frasco y libro empezaron a meditar e incluso aprendieron a orar. Hasta que un día, mientras estaba orando, al libro le vino la inspiración. Después de terminar la oración, les dijo a sus compañeros: “En la oración he tenido una revelación. El Señor me ha dicho que la pluma moje su punta en la tinta y escriba sobre mis hojas blancas”. “Claro, claro, eso es lo que tenemos que hacer. ¡Cómo no se nos había ocurrido esto antes! ¡Qué barbaridad! ¡Como hemos malgastado nuestro tiempo inútilmente!”, dijeron al unísonos los otros instrumentos.
“Ya dejen de lamentarse nuevamente”, replicó el libro. “Sí, sí, -dijeron los otros-, pongámonos manos a la obra”. “Esperen un momento, -dijo la pluma-; yo no puedo entrar al frasco de tinta si alguien no me conduce y mucho más no puedo escribir si alguien no me sostiene en sus manos”. “Eso es muy sencillo, -respondió- el frasco. Mi amo es un escritor fracasado que me abandonó porque decía que no tiene pluma para escribir. Así es que si nos vamos a él y le pedimos que nos use estoy seguro que nos ayudará”. De hecho, así lo hicieron y cuando llegaron el hombre aceptó muy complacido usar los instrumentos para escribir: Tomó la pluma, la metió en el frasco de tinta y empezó a escribir en las hojas blancas del libro. De este modo escribió un hermoso libro que tiene un profundo mensaje de paz y esperanza, que está ayudando a encontrar alegría paz y felicidad a mucha gente.
La historia es simple, pero muy elocuente: ella nos ayuda a comprender que para ser fecundos en la vida tenemos que abandonar nuestras quejas egoístas y juntos buscar las soluciones a nuestros problemas.
Asi es todos tenemos capacidades para poder resolver nuestros propios problemas pero siempre falta alguien que nos motive y creo que Dios es ese motivo por el vivimos por el existimos