LAZOS Y ESTACAS INVISIBLES

POR: P. Walter Malca Rodas; C.Ss.R.

Las pulgas, que son insectos detestables, pueden ser nuestras maestras en el arte de la vida, pues de su ejemplo podemos obtener lecciones magistrales. Veámoslo.

 A pesar de su volumen reducido,  de a penas medio milímetro, tienen una enorme fuerza en las patas que les permiten saltar hasta treinta centímetros, es decir, alrededor de seiscientas veces más que su tamaño ¡Esto es increíble…! Como si nosotros de un solo salto  llegáramos  al techo del edificio más grande del mundo.

Los hombres, al igual que las pulgas, podemos alcanzar alturas insospechadas. Pero, para lograr esas proezas, la fuerza necesaria la tenemos en el cerebro. Sin embargo, la mayoría de los hombres no han descubierto todo el potencial que poseen, pues muchos han sido amaestrados por los complejos adquiridos o por una deficiente educación, que no ha logrado proporcionarles una estimulación suficiente. A las pulgas, cuando se les condiciona, también les sucede algo similar.

A estos bichos se les pone en una caja de cristal, de una altura inferior a los treinta centímetros. De tal modo que cuando éstas salten, con toda su potencia, van a sentir dolor  al chocar contra el vidrio de  la parte superior. Para evitar el impacto aprenden a controlar sus impulsos, saltando un poco menos y, de ese modo, no alcanzan a aprovechar el máximo de sus potencialidades. A este proceso de amaestramiento se le denomina condicionamiento, y se puede hacer con otros animales.

Pensemos, por ejemplo, en un elefante que nace en un circo. De pequeño se le amarra la pata con una soga delgada atada a una estaca. En un inicio, intenta escaparse, pero no puede. En sus intentos de fuga siente dolor y desiste en su lucha, así va creciendo hasta que se hace adulto. Llegado a esta edad, con las fuerzas necesarias para romper la soga o desterrar la estaca, no lo hace, pues, tristemente, ya está condicionado.

Tal efecto también sucede en los camellos. Cuenta la historia que un mercader, junto con algunos ayudantes, viajaba por el desierto del Sahara con diez camellos de carga. Llegada la noche tuvieron que acampar y para ello algunos empelados se dedicaron a armar las tiendas de campaña y otros a amarrar los camellos. Cuando tenían que atar al último camello se dieron cuenta que no tenían soga ni estaca. Acudieron a informar el asunto al mercader y éste les aconsejó: “Hagan el ademán de plantar una estaca y amarrar en ella al camello”. Así hicieron los empleados y se fueron a dormir. Al día siguiente, al despertarse fueron a levantar a los camellos; al llegar al último, éste no quería levantarse. Acudieron a dar parte al jefe de la caravana y él les recordó: “¿Acaso anoche no lo amarraron imaginariamente…? Empiecen a desatarlo”. Así lo hicieron y el camello se levantó.

Esto es lo que lamentablemente, muchas veces, nos sucede a los seres humanos. Teniendo la potencia necesaria para saltar, como las pulgas, o para andar en libertad, como los elefantes o camellos,  no lo hacemos porque estamos condicionados por nuestra historia, por la educación que hemos recibido o por algún trauma, etc. Pero todos esos condicionamientos son como una especie de lazos invisibles, que sólo existen en nuestra mente y que imaginariamente nos atan en las estacas del pasado. Por eso, es de suma importancia ser consciente de ellos para romperlos y así poder caminar en libertad.