Hay cercanías que lastiman, pero también hay cercanías que sanan. Jesús sanaba con su cercanía, con su presencia cercana y amorosa. Los judíos tenían una cultura que segregaba, tenían varios grupos marginados: Los enfermos, las mujeres, los niños, los pecadores, los publicanos, etc. A diferencia del común de los judíos el Señor, en vez de segregar, integraba.
Los judíos creían que la enfermedad es fruto del pecado. Por eso se creía que el enfermo era un pecador. Si tu enfermedad era pequeña, quería decir que tu pecado había sido pequeño, pero si tu enfermedad era tan grande como lepra, quería decir que tu pecado había sido demasiado grande. Por eso Dios te castigó. Por tal motivo, a los enfermos, mucho más a los leprosos, se les marginaba. Felizmente, ahora las ciencias médicas no han ayudado a entender el proceso de las enfermedades.
A diferencia de los judíos, el Señor se acercaba a los enfermos, los tocaba y permitía que ellos los toquen. Con este gesto de amor, con su presencia cercana y amorosa el Señor sanaba a los enfermos. Con esta actitud, el Señor nos da un ejemplo, nosotros, igual que Él, también debemos cercanos a la gente.
Gracias, Señor, por tu cercanía amorosa y misteriosa. Ayúdanos a ser cercanos con nuestros hermanos, especialmente con los que sufren, convencidos de que en ellos estás tú. Amén.