SABIDURÍA PARA SOLUCIONAR PROBLEMAS

P.Walter Malca Rodas; C.Ss.R.

Muchas veces se ha asociado a la sabiduría con la acumulación de conocimientos. Sin embargo, los conocimientos no siempre son sinónimo de sabiduría. La sabiduría incluye otras habilidades, como, por ejemplo, la habilidad para solucionar problemas. Jesús fue sabio porque tuvo una habilidad impresionante para solucionar problemas. Esta habilidad se nota, de un modo especial, en dos episodios.

El primer caso, donde vemos la habilidad extraordinaria de Jesús para solucionar problemas lo encontramos cuando le presentan a la mujer encontrada en flagrante adulterio, y le dicen: “Maestro, hemos encontrado a esta mujer en flagrante adulterio, la ley de Moisés dice que debemos apedrearla. ¿Tú, qué dices?”. La pregunta era complicadísima: Si decía que no la apedreen se iba contra la ley de Moisés, que era sagrada para ellos, y, por tanto, al que iban a lapidar era a Él. Si decía que la apedreen se iba contra sus principios personales, dado que él predicaba el amor y el perdón. Definitivamente era una disyuntiva. Los evangelios nos dicen que Él se inclinó y se puso a escribir en el suelo. ¿Qué escribió aquel día? Nadie lo sabe, algunos pensadores dicen que escribió los pecados de esa gente fanática. En vista que la gente insistía, se incorporó y dijo: “El que esté sin pecado (dicho de otro modo: “El que no tenga ninguno de los pecados que he escrito acá”) que tire la primera piedra. Ante tal intervención del Señor, dice el evangelio que se marchó la gente, empezando por los más viejos.

El otro episodio donde vemos la sabiduría de Jesús es cuando le preguntan si es lícito o no pagar los impuestos al César. La pregunta también era muy complicada: si decía que sí, se debían pagar los impuestos al emperador, se ganaba la enemistad de sus compatriotas, quienes estaban hartos de pagar impuestos al imperio. Si decía que no se debe pagar los impuestos, se cargaba el odio y el furor de los romanos, quienes lo acusarían de subversivo. Jesús no se quedó en la disyuntiva, los evangelios nos dicen que pidió una moneda y preguntó: “¿De quién es esta inscripción?”. “Del César”, respondieron. Jesús les dijo: “Den al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios”. ¡Increíble! ¿Verdad? Fue una solución magistral.

En alguna oportunidad cuando estemos en alguna disyuntiva para decidir entre un sí y un no que nos perjudica recordemos la sabiduría de Jesús, hagamos silencio en nuestro corazón, pidámosle que nos de la luz de su Espíritu y busquemos una solución sabia a nuestros problemas. No nos quedemos estancados solamente en dos respuestas, pueda que haya una tercera o cuarta respuesta. Busquémosla con serenidad.

UNA LECCIÓN DE DIPLOMACIA

Cuentan que, durante un banquete oficial, celebrado en Inglaterra, con la asistencia de personalidades de todo el mundo, un empleado del Gobierno, concretamente, el jefe de protocolo, observó cómo uno de los “ilustres” invitados se metía un valioso salero de oro, en el bolsillo de su chaqueta.

El jefe de protocolo, responsable de los bienes oficiales, al no saber que hacer ante aquella delicada situación, Se dirigió al Primer Ministro de Inglaterra, que por aquel entonces era Sir. Winston Churchill, y le pidió un discreto consejo dada la notoriedad del personaje.

La gran agudeza que caracterizaba a Winston Churchill le hizo idear un estratagema infalible: le dijo al jefe protocolo que no se preocupara, que él resolvería ese “pequeño incidente”.

Fue a la mesa más próxima, se introdujo otro salero de oro en el bolsillo del chaleco, se acercó al “personaje” que había sustraído el salero, y, mientras le mostraba el contenido de su bolsillo, le dijo al oído:

-El jefe protocolo nos ha visto guardarnos el salero en el bolsillo. Será mejor que lo devolvamos, ¿verdad?

De esta manera ingeniosa resolvió una embarazosa situación diplomática. (Tomado del libro “La culpa es de la vaca 2”).

CONCÉDEME EL ESPÍRITU DE SABIDURÍA

Señor Jesús concédeme tu Espíritu de Sabiduría para ser sabio e inteligente como tú, que solucionaste problemas complicadísimos, donde parecía que ya no había solución, como el problema del pecado y de la muerte.

Concédeme Señor la Luz de tu sabiduría para que jamás me ofusque ante los problemas, sino que mantenga la mente fresca y serena, libre de toda preocupación, para encontrar las soluciones más apropiadas.

Concédeme, Señor tu Espíritu de sabiduría, que me conduzca por el sendero recto, que me dé la palabra oportuna y me ayude a colocar el acto adecuado en cada circunstancia de la vida.

Concédeme, Señor tu Espíritu de sabiduría, que me inspire la idea más brillante y el sentimiento más idóneo que me conduzcan a actuar con rectitud, justicia y verdad.

En fin, amado Señor, concédeme tu Espíritu de sabiduría que me enseñe el arte de vivir y amar sin medidas, así como tú nos amas.

Amén.

 

Padre Nuestro… Ave María… Gloria.