Aunque seas el hijo pródigo
Que se marcha en busca de mundos inciertos.
Dios siempre te esperará en la puerta
con los brazos bien abiertos.
Aunque seas la oveja perdida
que se escapa del redil,
Dios te buscará día y noche,
aunque sea con candil.
Aunque seas la pecadora
que se entrega a quien lo quiera,
como buen esposo fiel,
tu Dios siempre te espera.
Aunque caigas una y mil veces
tu Dios extenderá su brazo,
te sacará del hoyo profundo
jalándote con amoroso lazo.
Cuando estés hundido en el fango,
y ya no tengas ganas de luchar.
No olvides esta gran verdad:
¡Dios nunca se cansa de perdonar!
