En el evangelio de san Lucas hay un episodio muy interesante donde Jesús sana a un paralítico en dos momentos: En un primer momento le perdona sus pecados y en un segundo momento le sana con sus palabras dichas con autoridad: “Levántate, tomo su camilla y vete a tu casa” (Lc. 5.17-26).
De este episodio podemos aprender una gran lección: Muchas veces las enfermedades no necesariamente tienen un origen somático, físico, sino un origen espiritual. Si no hay sanación espiritual no habrá sanación física o si lo hay será parcial y pasajera. La verdadera sanación, muchas veces se da en el alma.
Dicen los entendidos que algún tipo de cáncer puede estar en estrecha relación con el odio, con el resentimiento que la persona guarda en su corazón. De hecho el odio puede generar alterar el sistema nervioso, generar tensión muscular, problemas de digestión, hipertensión, etc. Efectos similares producen los sentimientos de culpa. Por eso es necesario que la persona aprenda a perdonar y también a ser perdonada.
Dicen los psicólogos que algún tipo de depresión puede tener su origen en rabias profundas no expresadas adecuadamente. De igual modo el miedo enfermizo, que tiene su origen en la falta de fe, puede causar estragos en la salud, no solo emocional de la persona, sino también en su salud física.
Por eso, es importante buscar la sanación espiritual, que se obtiene en un encuentro profundo y amoroso con el Señor, a través de la oración, la recepción de los sacramentos, la meditación de la palabra, el servicio, etc.
Señor concédenos la gracia de tener un encuentro profundo y amoroso contigo para que ese encuentro de amor nos sane de nuestros miedos, nuestras culpas, odios y resentimientos. Amén.