Por: P. Walter Malca Rodas; C.Ss.R.
Una anécdota graciosa
Un señor después de analizar su vida le dice a su esposa:
-Mujer, ¿te acuerdas cuando nos estafaron en el pago que hicimos para comprar nuestro departamento?
-Sí, claro, ¡cómo no me voy a acordar!
– En aquella oportunidad tú estuviste conmigo ¿Y te acuerdas que a partir de ahí me dio una profunda depresión?
-Sí, claro que lo recuerdo.
– En aquella oportunidad también estuviste conmigo ¿Y te acuerdas cuando perdí el trabajo?
-Sí, claro, que lo recuerdo.
– En aquella ocasión tú también estuviste conmigo ¿Y te acuerdas cuando me dio aquella terrible enfermedad que casi me muero?
-Sí, claro que me acuerdo.
– En aquella ocasión tú estuviste conmigo ¿Y te acuerdas cuando me fui a la quiebra?
-Sí, claro que me acuerdo.
-Ahora me doy cuenta que en los momentos más difíciles de mi vida tú siempre has estado conmigo. ¿Sabes qué mujer? He llegado a una conclusión: tú me traes mala suerte.
Esta anécdota, un tanto, chistosa nos ayuda a comprender que en nuestro mundo hay personas ingratas, como este señor, que por estar centradas en la parte negativa de la vida no se dan cuenta de la parte positiva de la realidad. El negativismo nubla nuestra visión, no nos deja contemplar la realidad tal cual es y, por ende, borra el horizonte. De este modo surge la amarga, la desazón, la desesperanza.
VIVIMOS EN LA CULTURA DEL PUJO
Alguien ha dicho que vivimos en la cultura del pujo, pues la gente puja (entiéndase pujo como queja): puja porque amanece, porque tiene que ducharse, porque tiene que ir a su trabajo, porque sus relaciones familiares o sociales no van bien, etc. Esta gente adopta esta actitud porque no ha descubierto el maravilloso secreto de la gratitud:
-Si en vez de quejarse porque amanece dijera: “gracias Dios por este nuevo día, pues soy consciente que en la noche muchos partieron de este mundo”.
-Si en vez de quejarse porque tiene que ducharse dijera: “gracias Señor por el regalo del agua, pues soy consciente que muchos carecen del líquido elemento”.
-Si en vez de quejarse de su trabajo dijera: “Gracias Señor por el trabajo, pues hay muchas personas que buscan y no encuentran”.
-Si en vez de quejarse porque sus relaciones con sus familiares, parientes y amigos no van tan bien dijera: “Te doy gracias Señor por mis familiares, parientes y amigos hoy reconozco que mucha gente vive en soledad”.
Si la gente tomara esta actitud su vida sería diferente: Su rostro se iluminaría y la paz y la alegría retornaría a su corazón.
EVANGELIO Y GRATITUD
El evangelio de Lucas nos narra la historia de diez leprosos que se acercaron a Jesús y le suplicaron que les sanara. El
Señor les dijo: “vayan y preséntense a los sacerdotes”. Los leprosos obedecieron al Señor, creyeron en su palabra, se marcharon y por el camino quedaron sanos. El evangelio remarca que solamente uno de ellos retornó para dar gracias a Dios. Por eso el Señor se extraña: “¿No quedaron limpios los diez? ¿Tan sólo este extrajeron regresó para dar gracias a Dios?” (Lc. 17,11-19). Este extranjero, que no era bien visto por los judíos, por ser samaritano, nos enseña la virtud de la gratitud. Tenemos que aprender a ser agradecidos, como él.
UN CUENTO PARA MEDITAR
“Cuentan que un hombre murió y al llegar al cielo se encontró con San Pedro. Éste, con su acostumbrada bondad, le llevó a conocer todas las dependencias del paraíso. Llegaron a una sección atestada de ángeles laboriosos que iban y venían en un eterno trajín, que apenas tuvieron tiempo para decir: “Hola”. El hombre preguntó: “¿Qué lugar es éste?”. San Pedro respondió: “Éste lugar es la sección de pedidos”. Caminaron un poco más y se encontraron con un lugar semejante al anterior. El hombre nuevamente preguntó: “¿Y éste, qué lugar es?”. A lo que San Pedro contestó: “este es la sección de empaque y entrega”. Finalmente, llegaron a la última sección, donde se encontraron con un ángel ocioso y aburrido, pues tenía muy poca cosa que hacer. “Esta es la sección de acción de gracias”, dijo san Pedro.
El cuento es ilustrativo: A los seres humanos nos encanta pedir, pero muy pocos somos agradecidos. Aprendamos del samaritano la virtud de la gratitud: seamos agradecidos con Dios por tantos beneficios recibidos.
CONCÉDEME, SEÑOR, UN CORAZÓN AGRADECIDOSeñor Dios, tú que eres compasivo y misericordioso te pido perdón, porque muchas veces me quejo y reniego de mis
problemas, de mis inconvenientes y de mis cuitas. Perdóname, Señor, por no darme cuenta de lo afortunado que soy al recibir tantas bendiciones tuyas todos los días.
Te pido Señor que abras los ojos de mi conciencia y de mi corazón para contemplar las maravillas de tu amor cada día. No permitas que el desánimo, el pesimismo, el rencor y el fastidio nublen la belleza de la vida.
Concédeme, señor, un corazón agradecido que sea capaz de proclamar tus grandezas, como lo hizo María. Alcánzame la gracia de tener siempre en mis labios las palabras mágicas: “Gracias, Señor”. Amén.