Por: P. Walter Malca Rodas; C.Ss.R.
Una de la cosas que distingue al hombre de los animales es nuestra inteligencia. Lamentablemente, muchos no hacen uso adecuado de esta facultad, llegando incluso a la “esclerosis mental”, dejándola que se entumezca.
Los estudiosos nos dicen que los hombres a penas utilizamos el 10 % de nuestras habilidades. Si esto es cierto, ¿qué sería de nosotros si lográramos utilizar el otro 90%? Sin embargo, no es así. Esto es una triste realidad, pues si desarrolláramos todo nuestro potencial lograríamos hacer cosas extraordinarias.
Muchas veces, los hombres, conducidos por la pereza y la desidia, nos dormimos en nuestros laureles, echándonos al abandono y olvidando cultivar nuestras habilidades. Comportándonos así nos asemejamos a ese hombre necio que recibió un talento y lo enterró lleno de amargura por haber recibido tan poco (Lc. 19,11-28).
La cuestión de fondo no es cuántos talentos hemos recibido, sino qué hacemos con los que hemos recibido. Pues, aunque hayamos recibido mil talentos, si somos perezosos de hecho que se echaría a perder todo. Esto sí que sería muy lamentable.
Conozco casos de personas muy inteligentes que, si se hubiesen esforzado, habrían alcanzado logros extraordinarios. Pero, conducidos por su flojera, al no prepararse adecuadamente, ahora sufren terriblemente las consecuencias de su ociosidad.
Afortunadamente, también hay casos aleccionadores de personas excepcionales a los que la vida no les ha deparado muchas habilidades, pero han sido capaces de hacer producir al máximo lo poco que han recibido. Lo cual es genial y maravilloso.
Tal es el caso de una mujer que tenía parálisis cerebral. Por su lamentable enfermedad, a penas podía mover los dedos de un pie. Pero gracias a ese movimiento ha podido escribir libros y dirigir una empresa de bien social en beneficio de niños abandonados. Esto indica que todo es cuestión de voluntad.
Tú, amigo lector, que quizá te lamentas de tantas cosas que la vida no te ha dado o que de repente te ha quitado, ¿Por qué te devanas en lamentos y ayes por las cosas que no tienes y te olvidas de las que posees…?
¡Despierta! ¡Abre tus ojos! Y toma conciencia de los dones que Dios te ha dado y hazlos producir al máximo. ¡Tú tienes la habilidad necesaria para ello…! Todo es cuestión de que te decidas, pues te espera un futuro brillante y prometedor. Para que logres tus objetivos cuentas con la gracia de Dios. Así es que ¡DECÍDETE…! y adelante.