POR: P. Walter Malca Rodas; C.Ss.R.
Dos hombres se encontraban prisioneros en una cárcel. Por la tarde, había llovido a chorros y la noche ya estaba entrando. Ambos miraban por una misma ventana. Uno de ellos comento: “!Qué fea está la tarde…! en el suelo hay lodo y, en el horizonte penumbra”. El otro hombre respondió: “Sin embargo, a mí me parece una tarde magnífica, pues fíjate, el cielo está despejado y las estrellas brillan con todo su esplendor”.
Esta anécdota grafica muy bien los dos tipos de hombres que hay en el mundo: los pesimistas, que por mirar el suelo sólo ven charco y lodo; y los verdaderos realistas que, a pesar del charco y la bruma, pueden ver las estrellas en el firmamento de la existencia y disfrutar de tan magnífico espectáculo. He dicho “verdaderos realistas”, pues hay personas que enarbolan la bandera del pesimismo en nombre del realismo.
Los auténticos realistas no niegan la existencia del lodo, sino que lo reconocen y hasta lo aceptan con la esperanza de poder transformarlo. Ellos, con los pies bien puestos en la tierra, son capaces de levantar la mirada y descubrir nuevos horizontes llenos de esplendor y mirar al cielo sembrado de estrellas y luceros.
¿Qué tipo de hombres somos nosotros…? Eso cada uno lo sabrá. Lamentablemente, nuestro mundo está plagado de gente pesimista, que sólo ve el lado oscuro de las cosas, olvidándose de los aspectos luminosos. Su ceguera no les deja ver la belleza de la vida. Lo más lamentable es que ésta negatividad se presenta como una epidemia contagiosa que invade todos los aspectos de su vida personal y social.
Ante tal situación calamitosa, como un esfuerzo por mejorar la calidad mental de nuestra sociedad, surge esta columna titulada “Semillas de esperanza”, que nos ayudará a levantar los ojos para contemplar el horizonte preñado de promesas. Ese horizonte luminoso se convertirá como una especie de imán que movilizará todas nuestras energías y nos dará el valor y el coraje para seguir caminando.
Todos las semanas nos encontraremos, en este mismo espacio, para nutrirnos de la sabiduría. Pero quiero advertirte que los efectos espirituales de éstas lecturas dependerán de ti, pues sólo te estamos dando las semillas de la esperanza. El cultivo y la cosecha es tarea tuya. Estamos seguros que tú tendrás la valentía y el coraje de cultivarlas con esfuerzo y tesón.