Por: Walter Malca Rodas; C.Ss.R.
En un taller “Semillas de esperanza”, donde estábamos compartiendo sobre el influjo del amor de nuestros padres en nuestra vida, varias personas decían que sí habían experimentado el amor de sus padres, algunos decían que sus padres no les habían expresado su amor, pero que sabían que les querían. En aquella ocasión una mujer nos sorprendió diciendo:
-Si embargo a mí no me quería mi madre, por ser mujer. Ella quería más a mis hermanos varones, porque decía que los varones son la plata. A ellos les daba la mejor comida, la mejor ropa y a nosotras, las mujeres, nos daba lo último. Además quería que atendamos a nuestros hermanos. En una oportunidad mató una gallina, se fue a prepararla a la casa de mi hermano y a mí no me trajo nada, absolutamente nada. Este trato injusto de mi madre me duele hasta ahora.
-Es evidente que tu madre hacía diferencias marcadas con ustedes, pero tienes que aprender a perdonar a tu madre. –Le respondí.
-¿Perdonarla? Y ¿Cómo logro perdonarla?, me inquirió.
-Para perdonarla tienes que comprenderla, porque el perdón, en gran parte, se obtiene comprendiendo, recordemos que Pablo dijo: “El amor es comprensivo”.
-Comprender ¿qué?, -insistió.
-Comprender que tu madre estaba lastimada en su autoestima, ella misma no se valoraba en su condición de mujer. Si te das cuenta, ni siquiera valoraba a sus hijos varones por ser sus hijos, sino porque “los varones eran la plata”. Esto demuestra que tu pobre madre amaba más al dinero que a ella misma. Ella no se amaba porque a ella tampoco la amaron. Y como no se amaba no podía amar. La vida es como un vaso, si el vaso está lleno puede dar algo, pero si está vacío, no puede dar nada. Tu madre no podía dar amor porque ella no tenía amor.
-Es verdad Padre, lo que dice. En realidad ella no se quería. Ahora veo con mayor claridad y siento que un peso se ha quitado de mí. Gracias por ayudarnos, -puntualizó.