¿DA LO MISMO SER BUENO O MALO?

Hay gente que actúa mal y, aparentemente, le va bien: Se les ve dichosos, felices, tranquilos y contentos. Esto lleva a muchas personas a preguntarse: ¿Da lo mismo ser bueno o malo? ¿Ser justo o injusto? ¿Egoísta o generoso? Estas preguntas, con frecuencia, se plantea la gente y, quizá usted, amable lector, también se habrá preguntado en algún momento. Estas preguntas son tan antiguas, como actuales. Ya en el III antes de Cristo, los contemporáneos del profeta Malaquías se interrogaban:

“No vale la pena servir al Señor; ¿qué sacamos con guardar sus mandamientos?; ¿Para qué andamos enlutados en presencia del Señor del universo? Al contrario: nos parecen dichosos los malvados; a los impíos les va bien; tientan a Dios y quedan sin castigo” (Malq. 3,13-25).

El profeta respondió a estas preguntas con una respuesta tácita y clara: “Ese día que estoy preparando –dice el Señor del universo- ellos volverán a ser propiedad mía. Me compadeceré de ellos, como un padre se compadece del hijo que lo sirve. Entonces verán la diferencia entre el justo y el malvado, entre los que sirven a Dios y los que no sirven. Porque miren que llega el día, ardiente como un horno: Malvados y perversos serán como paja, y los quemaré el día que ha de venir –dice el Señor del universo- y no quedará de ellos ni rama, ni raíz. Pero a los que honran mi nombre los iluminará un sol de justicia y hallarán salud a su sombra” (Malq. 3,15-20).

La respuesta del profeta es clara: No da lo mismo ser malo o bueno, ser justo o injusto, ladrón o inocente. Dios es bueno y justo y “paga a cada uno según su conducta” (Rom. 2,6).

Señor tú nos has hecho buenos, ayúdanos a sacar y a cultivar la bondad que has sembrado en nuestro corazón. Amén.