EL DON DE LA ELECCIÓN

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Todos los seres humanos, por más condicionamientos y limitaciones que tengamos, siempre tenemos un margen de libertad en el que podemos movernos. Desde espacio de libertad los hombres podemos construirnos o destruirnos, hundirnos o levantarnos, podemos degenerarnos o regenerarnos. Esta cualidad es una de las características que nos diferencia de los animales.

Los animales vienen predestinados por su código genético. Una hormiga no podrá ser más hormiga. Un león no puede ponerse a pensar: “Qué malvado y cruel que soy al atrapar a los animales y devorarlos. Desde hoy dejaré de ser carnívoro y decido ser herbívoro”. Eso no puede hacer este animal. En cambio los hombres sí podemos tomar decisiones, porque hemos sido privilegiados con el don de la elección.

Hay gente que hace mal uso de su libertad y decide destruirse. Quienes toman esta decisión lo hacen movidos por sus sentimientos de rabia, tristeza o desolación por las adversidades de la vida. Pero también hay gente que ha vivido muchas penurias y pesares; pero, precisamente, esas situaciones han sido como la palanca que les ha servido para salir adelante. Hay muchos testimonios de gente que ha sido capaz de levantarse del hoyo de la desgracia. Uno de esos testimonios aleccionares lo narró un joven, respecto de su hermano. Consideremos sus palabras textuales:

“Nosotros somos seis hermanos. Mi hermano mayor era muy abusivo con mi hermano menor. Lo maltrataba con insultos y con crueles golpes. Claro que eso lo hacía a escondidas de mis padres. Este trato le hizo ser tímido y retraído. Hasta los 17 años tartamudeó, pues parecía que tenía un frenillo. Hubo un tiempo en que mi hermano se deprimió y no quería salir de casa. En esas circunstancias le acusaba a mi hermano mayor, diciéndole: “Tú tienes la culpa de mi situación. Tú me hiciste así”.

 Cierto día reaccionó y empezó a asumir su vida con responsabilidad. Comprendió que adoptando esa actitud de víctima no lograba nada. Al contrario, lo hundía más. Fue entonces cuando entendió que nada sacaba con llorar sobre leche derramada y que por tanto tiene que hacer todo lo posible para salir adelante.

Mi hermano era inteligente. Con su inteligencia descubrió que le apasionaban los peces. Le pidió a mamá que le compre una pecera y mamá accedió a su pedido. Empezó a investigar en libros y en internet sobre los peces, e incluso se iba al mar. De este modo se volvió un sabio sobre los peces. Esta fue su mejor terapia que le ayudó a sentirse importante y valioso. Ingresó en la universidad a estudiar ingeniería pesquera y ahora ya está a punto de terminar su carrera. Lo que más admiro de mi hermano es su habilidad para salir adelante y superar sus problemas. Él hubiese podido seguir hundido en su resentimiento y en su depresión, también hubiese podido terminar en las drogas, o en la pandilla, pero prefirió otro camino. El camino de la superación. Mi hermano mayor le pidió disculpas y ahora están reconciliados y se llevan muy bien”.

Por: P. Walter Malca Rodas; «Tú tienes el poder».