Uno de los problemas más álgidos que tienen que afrontar los padres de hoy es la desobediencia de sus hijos. Pero quizá el problema no está en los hijos, sino en los mismos padres. Lo que pasa es que a los padres, cuando eran niños, se les inculcó la obediencia, como un valor fundamental. De este modo, ellos fueron sumisos, incluso, ante las injusticias de los adultos. Hoy las cosas han cambiado. Hoy existe más sensibilidad humana. Los niños y los jóvenes conocen sus derechos, aunque muchas veces ignoran sus obligaciones. Es aquí donde surge el problema: cuando los padres, a veces injustamente, quieren imponer sus criterios a sus hijos, ellos se rebelan.
La pedagogía actual exige un cambio en la mentalidad de los padres: descubrir el valor de la responsabilidad, que a ellos no les inculcaron. Por eso, más que infundir el valor de la obediencia ciega deben infundir el criterio de la responsabilidad. Los padres deben enseñar a sus hijos que, a final de cuentas, cada persona es responsable de su vida.
A propósito consideremos el siguiente caso, que fue contado por una joven: “Yo tengo una tía que a sus hijos les hacía hacer sus caprichos, incluso en cuestiones fundamentales como es el caso de obligarles a estudiar tal o cual carrera. A ella siempre le ha gustado que sus hijos sean militares o policías. Algunos han tenido la valentía de luchar y hacer sus propios sueños. Pero otros, lamentablemente, no. A uno lo obligó a que sea policía. Éste, a mucho pesar de él, ingresó a la escuela de policías. En un momento quiso salir, pero su mamá le dijo: “Si tú sales te la arreglas por tu cuenta. Ya no cuentas con mi ayuda. Yo estoy dispuesta a ayudarte si sigues esa carrera”. El joven, sin tomar una decisión madura siguió la carrera y la terminó. Luego consiguió trabajo por la selva. Su mamá era tan posesiva que, incluso, lo ayudaba económicamente a pesar que su hijo ya ganaba por el Estado. A menudo le escuchaba decir: “Pobrecito mi hijito. ¿Cómo estará sufriendo? Seguramente lo que gana no le alcanza. Por eso debo hacer un esfuerzo: mensualmente tengo que enviarle su propina”. El tal policía, como era irresponsable, no cumplía con sus obligaciones. Por ello lo han echado del cuerpo policial y ahora, como se dice, “está pateando latas”. A menudo le reprocha a su mamá diciéndole: “Tú eres la culpable, pues tú me lo exigiste. ¿Ya ves? Ahora me tienes acá hecho un inútil?”.
Yo creo que las quejas de este joven contra su progenitora son una verdad a medias. Es cierto que su madre es responsable de su desgracia ya que le exigió estudiar una carrera que a él no le gustaba y, además, cuando él ya ganaba su dinero, su madre, inútilmente, lo seguía apoyando económicamente. Esta sobreprotección no le ayudó a ser responsable.
Sin embargo, él también es responsable de su desdicha, ya que no tuvo valor para luchar por sus sueños e ideales, como sí lo hicieron sus hermanos. Él, por tener la apariencia del “bueno hijo”, no fue capaz de rebelarse contra los caprichos de su madre para ir en pos de su realización personal y así ser hombre de bien.
Por ésta y muchas otras razones pienso que es urgente que los adultos aprendamos a ser responsables de nuestros actos para ayudar a los jóvenes a ser responsable de su propia vida.
Por: P. Walter Malca Rodas; «La lección de la mariposa».