¿Te has dado cuenta, que los bienes espirituales, a diferencia de los materiales, son los únicos que cuando más los compartes más se incrementan? Por ejemplo, si tienes 1,000 soles y de esa cantidad obsequias 600 en tu cartera solamente quedan 400. En cambio con los bienes espirituales no suceden así.
Yo recuerdo que cuando estaba en el seminario haciendo los estudios eclesiásticos, por mi capacidad de síntesis, hacía unos esquemas bastantes sencillos y claros. Cuando estábamos próximos a los exámenes mis compañeros me pedían dichos esquemas para fotocopiarlos y además me solicitaban que les explique los temas. Yo accedía a la solicitud de mis compañeros con mucho gusto, pues los apreciaba mucho. Debo confesar que para mí no era una carga explicarles los temas a mis amigos. Al contrario, era una experiencia que a mí me enriquecía mucho y a ellos también. De este modo ambos salíamos beneficiados: ellos entendían los temas y a mí se me aclaraban más las ideas.
Este beneficio de la generosidad se encuentra graficado en la siguiente metáfora del P. Antony de Mello: “Cuenta la historia que en cierta ocasión, un reportero le preguntó a un agricultor si podía divulgar el secreto de su maíz, que ganaba el concurso al mejor producto, año tras año. El agricultor confesó que se debía a que compartía su semilla con los vecinos.
– «¿Por qué comparte su mejor semilla de maíz con sus vecinos, si usted también entra al mismo concurso año tras año?», preguntó sorprendido el reportero.
– «Verá usted, señor -dijo el agricultor-, el viento lleva el polen del maíz maduro de un sembradío a otro. Si mis vecinos cultivaran un maíz de calidad inferior, la polinización cruzada degradaría constantemente la calidad del mío. Si voy a sembrar buen maíz, debo ayudar a que mi vecino también lo haga».
Por lo expuesto podemos decir que la generosidad produce un milagro paradójico: mientras más das más que te queda. Este mismo principio lo podemos aplicar la amor y al fe, cuando más compartes estos valores más se incrementa en ti. Es algo así cuando una vela da su luz a otras velas ella no pierde nada; al contrario el ambiente queda más iluminado.
Esta reflexión la hago desde mi propia experiencia, dado que después de haber compartido contigo el tesoro de mi fe, siento que ésta se ha incrementado en mi vida. Por eso, si tú quieres que tu fe se incremente compártelo con otros: habla de Jesucristo a tu familia, a tus amigos, a tus vecinos, etc. También podrías obsequiar un ejemplar de este libro a alguna persona que consideres conveniente que necesita cultivar su fe. Has eso y verás como empieza a multiplicarse el tesoro de la fe en tu vida.
Con la alegría de haber compartido el tesoro más grande de mi vida me despido con un fuerte sustanon 250 buy online y fraternal abrazo. Tu hermano en Cristo y María.
Extraído del libro: «Compartiendo mi mejor tesoro» (Malca Rodas, Walter).