Por: Walter Malca Rodas
Misionero Redentorista
Vivimos en mundo atiborrado de gente floja y perezosa, donde se ha impuesto la cultura ligth, que tiene como ley el máximo provecho con un mínimo de esfuerzo. Consideremos, por ejemplo, los siguientes casos:
Los estudiantes que quieren sacar buenas calificaciones estudiando muy poco. Hay individuos quieren ser buenos profesionales con muy poca preparación. Otros desean ganar mucho dinero trabajando poco. Y si seguimos enumerando la lista sería infinita. Pero para comprobar lo que he afirmado basta estas consideraciones.
Con gente así no podemos ir a ninguna parte. Ya Jesús lo dijo: “Esfuércense por entrar por la puerta estrecha (Lc. 13, 24). Porque es ancha la puerta y amplio el camino que lleva a la perdición, y son muchos los que entran por él. En cambio, es estrecha la puerta y angosto el camino que lleva a la vida, y son pocos los que la encuentran” (Mt. 7,13-14).
Como podemos darnos cuenta Jesús nos invita al esfuerzo. Pero para ello es necesario tener grandes ideales que movilicen nuestras energías y nos motiven a seguir luchando. Hay personas conformistas que no se han educado para el esfuerzo o que por alguna desilusión de la vida ya no tienen ganas de seguir de pie en la batalla. Esto es muy lamentable, pues la gente no tiene energías síquicas ni espirituales para seguir bregando; y eso es lo que no le deja salir del hoyo profundo de la depresión o la indiferencia. A propósito, pienso que es oportuno considerar la siguiente historia :
Cuentan que cierto día dos ranas cayeron a un balde con leche. Ambas hacían lo posible para salir dando brincos. Después de unos intentos una rana se desalentó pensando que era imposible salir. Llevada por su desaliento se dejó hundir y murió ahogada. La otra, por el contrario, continuó luchando por su vida. Hasta que al final, en un determinado momento, de tanto dar vueltas, la leche se condensó convirtiéndose en mantequilla. Entonces pudo impulsar su cuerpo con sus patas traseras y de un brinco y salió.
Sus compañeras, que en un inicio le alentaban en su lucha por salir, empezaron a desanimarla exclamando: “¡Ya no lo intentes! ¡No seas estúpida! ¡Resígnate y déjate morir, como la otra!”. Cuando la vieron salir airosa le preguntaron: “¿Cómo has podido perseverar si nosotras, compadecidas de tu situación, te implorábamos resignación?”. La rana les contestó: “Lo que pasa es que soy muy vieja y estoy sorda. Yo pensé que me estaban dando aliento y eso es lo que me animaba a seguir luchando”.
Esto es lo que nosotros deberíamos hacer: tenemos que seguir luchando una y otra vez hasta alcanzar el triunfo. Si alguien te dice: ¡Ya basta! ¡No seas terco, lo que pretendes es imposible….! Ten la bondad de hacer oídos sordos a esos consejos y tú sigue adelante, con la conciencia de que el esfuerzo es la clave para lograr el éxito.