LA FUERZA CURATIVA DEL ABRAZO

Por: P. Walter Malca Rodas; C.Ss.R.

En un retiro que prediqué a un grupo de jóvenes religiosos en Paraguay sobre la vida afectiva  recabé los siguientes testimonios sobre el abrazo:

Un joven decía: “Yo siempre he tenido miedo a abrazar a las mujeres, mucho más a los hombres. Eso me parecía inconcebible. Pero en una oportunidad estuve con gastritis. Una señora, al verme en esa situación, me preguntó qué tenía. Le dije que me sentía muy mal por mis ardencias estomacales. Ella, después de escucharme, me dio un fuerte abrazo que me hizo sentir muy bien. Ese día experimenté una gran mejoría. De esta manera aprendí la fuerza curativa que tiene el abrazo. Ahora, a menudo expreso mi aprecio con un fuerte abrazo.”

Otro joven expresó: “En mi juventud yo estaba totalmente perdido. Yo trabajaba y ganaba un buen sueldo. Como no había asumido ninguna responsabilidad, me encontraba metido en droga, alcohol, promiscuidad sexual, y en un sin fin de vicios. Cuando me reunía con mi grupo de supuestos amigos me sentía admirado, importante. Yo quería salir de esa situación, pero no podía. Mi voluntad estaba tan debilitada. Pero en una oportunidad mi madre me esperó en la sala con mucho cariño y gran paciencia. Me recibió con suma amabilidad, me llevó al cuarto y ahí me abrazó muy fuerte y me dijo que me quería mucho, y que en virtud de ese amor estaba muy preocupada por mí, porque si sigo en ese camino voy rumbo a mi destrucción. Este gesto y estas palabras fueron suficientes para salir del atolladero en el que me encontraba.  Ahí me di cuenta que mamá, de verdad, me quería. Su abrazo me hizo sentir la fuerza de su amor. Me di cuenta que su amor era sincero porque no me estaba manipulando con el tema de la culpa. Antes, a menudo trataba de manipularme con sus llantos, que me llenaban de culpa y me hacía sentir mal. Para calmar ese malestar tenía que tomar o fumar. Pero esta vez fue distinto. Su serenidad me dio serenidad.” 

Otro joven dijo: “En casa papá no mostraba sus sentimientos. Mi hermano menor se metió en drogas, alcohol, pandillas. En una oportunidad llegó a casa y empezó a romper los vidrios de las ventanas, tiraba las cosas, etc. Yo lo tomé por la fuerza y lo metí a su habitación. Le dije que se olvide de mí, que yo no soy su hermano, que estoy profundamente decepcionado de él. Mi hermano lloraba. Pero luego lo abracé y le dije que me perdone por lo que le he dicho, que es cierto que siento tristeza por la situación en la que está y por lo que ha hecho en la casa, pero que sobre todo eso yo lo quiero mucho, que es mi hermano. Desde aquella oportunidad mi hermano cambió. Empezó a estudiar. Terminó sus estudios. Ahora está trabajando y gana bastante bien.”

Todos estos testimonios tienen algo en común: la fuerza curativa del amor, expresada en un abrazo. El abrazo aporta una serie de beneficios: nos da la sensación de sentirnos protegidos, nos da seguridad, confianza, fortaleza, salud, autovaloración, etc. Alguien ha escrito que con el abrazo “llevamos vida a nuestros propios sentidos y reafirmamos la confianza en nuestros propios sentimientos”.

Dicen los sicólogos que todos tenemos la necesidad de amar y de ser amados. El abrazo es un medio extraordinario para manifestar el amor. Yo sé que en nuestra sociedad no es frecuente abrazar. Sin embargo, yo lo animo a que abrace. Abrace a su esposo(a), a sus hijos, a sus padres, a sus familiares, a sus amigos. En fin, abrace a todo el mundo.

 

EL ABRAZO TERAPÉUTICO

 

Cuando tenemos un mal día nos gusta que nos abracen… ¿por qué necesitamos ese gesto tan cariñoso? Aunque esto pueda parecer muy sentimental, la explicación viene de la ciencia.

Las personas nos abrazamos con una duración media de 3 segundos. Pero unos investigadores han descubierto que cuando un abrazo se alarga hasta los 20 segundos o más, se produce un efecto terapéutico tanto para el cuerpo como para nuestra mente.

Y es que un abrazo dado con sinceridad produce una hormona comúnmente denominada como la hormona del amor, científicamente llamada «oxitocina». Esta sustancia nos ayuda a relajarnos, a sentirnos seguros, a superar nuestros miedos y a paliar nuestra ansiedad.

La ventaja de este remedio casero es que es gratuito y accesible en todo momento, siempre que tengas a alguien al lado. Si estás a la espera de que nazca tu bebé, si sabes de alguien que ha tenido un mal día o está pasando por un mal momento, un abrazo a largo plazo es el mejor remedio para hacer de ese instante algo mágico y renovador. (Fuente: www.periodismodigital.com)

 

ABRÁZAME, SEÑOR

Abrázame, Señor,

quiero sentir tu presencia,

quiero sentir tu amor,

quiero sentir tu cercanía.

Abrázame, Oh, Padre,

como abrazas al Hijo pródigo,

que regresa arrepentido a la casa.

Abrázame y bésame, Señor,

quiero sentir la ternura de tus labios.

Abrázame Jesús,

como abrazaste a la oveja perdida,

tómame en tus brazos

y llévame al rebaño.

Abrázame, Señor,

a pesar de mi pecado.

Limpia mi corazón

con tu abrazo redentor.

Purifica mi alma

con el fuego de tu amor.

Amén.