“Padre, estoy desesperado, necesito que me ayude. Como usted me ve yo soy un joven maduro y siento que en la vida no he hecho nada. Tengo miedo al futuro, a que mi vida sea estéril. Siento que no valgo nada y que soy un inútil. Necesito que me ayude, por favor”, me dijo, en cierta oportunidad, un joven.
Al poner atención a las palabras de este joven me di cuenta que la esterilidad de su vida radicaba en ese sentimiento de inferioridad. Al sentirse tan poca cosa no tenía sueños, ilusiones, o metas, porque se consideraba indigno del éxito. Al comprender su problema, le interpelé: “¿Cómo piensas tener éxito en la vida si te consideras indigno de ese éxito? Si de verdad quieres progresar tienes que aprender a descubrir tu valor como persona, tus capacidades y potencialidades, porque en realidad eres valioso. ¿Quién te ha dicho que no vales?”.
“Uf, eso me lo han refregado desde que era pequeño –me respondió el joven- con gestos y palabras me han hecho sentir que yo no valgo. Tengo muchas experiencias que me producen mucha tristeza, pero sobre todo tengo un recuerdo que se agolpa en mi mente y me produce mucho dolor. Se trata de lo siguiente:
En una ocasión, cuando era muy niño, me encontraba en la cocina de mi casa y por un descuido rompí un vaso. Mamá muy furiosa me insultó. No recuerdo lo que me dijo, pero aún recuerdo su cara horrible llena de rabia. Además, me castigó muy fuerte. Esta experiencia me hizo sentir que el vaso valía más que yo.”
Es evidente que esta persona fue dañada en su autoestima desde su niñez. Cuando era pequeño le hicieron sentir que un vaso vale más que él. Por eso, ahora no se valora y siente que no sirve para nada. Si su madre quería corregirlo debería decirle que para otra vez tenga más cuidado, pues un vaso tiene un precio y el dinero no se consigue tan fácil. Pero que sobre eso, ella lo amaba porque era su hijo y que él valía más que el vaso. Sin embargo, como hemos visto a la mamá le importó más el vaso que su hijo.
Conozco otra historia similar. El caso me lo contó un joven. Sus palabras exactas fueron: “Yo tengo un pariente alemán. Él vivió en la época de la guerra. A los 8 años murió su padre. Desde muy niño tuvo que trabajar en una tienda. Cuando llegó a la adolescencia, en este lugar, conoció a una chica que le impactó mucho. Al verla entrar en la tienda dejó caer las tazas que tenía en sus manos. El dueño de la negocio lo insultó y lo castigó delante de los clientes e inmediatamente lo despidió. Se hizo joven, se enroló en el ejército y, pasada la guerra, vino al Perú y se casó con mi tía abuela. Él era muy amoroso con sus hijos, pero en una ocasión a su hijo también se le cayeron las tazas y él inmediatamente lo insultó y lo castigó. Cuando tomó conciencia de lo que había hecho le pidió disculpas y se puso a llorar”. A este jovencito también le hicieron sentir que los vasos valen más que él.
Muchas sujetos, igual que los personajes de estas anécdotas, han recibido el mensaje que las cosas valen más que ellos. Por eso, es necesario que descubran que las personas valen más que las cosas.