P. Walter Malca Rodas; C.Ss.R
“Padre, anoche no he dormido absolutamente nada”, me confesó, cierto día, un adolescente. “ Y eso…, ¿Por qué? ¿Qué te esta pasando, muchacho?” -le respondí. “Lo que pasa es que mi padre, una vez, intentó suicidarse, ingiriendo veneno -me contestó-. Gracias a Dios lo descubrí en un momento oportuno que me dio tiempo para avisar a mis familiares, quienes lo llevaron a la clínica y así logró salvarse. Ahora ya está bien. Pero lo que me preocupa es que mi madre se muera y yo me quede solo. Eso sería catastrófico y terrible para mí, pues no lo podría soportar”.
Como podemos darnos cuenta, a este jovencito le ha afectado el intento de suicidio de su padre, pero lo que más le aterra ahora es la posible muerte de su madre, quien se encuentra bien de salud. Sin embargo, como hemos visto, el asunto es una preocupación compulsiva en él. Claro, es posible que el joven necesite terapia para que supere la herida psicológica causada por la fatal decisión de su progenitor, pero la experiencia del miedo, que él tiene, puede darnos pie para reflexionar sobre este tema.
Hay muchas personas que viven atrapadas por las garras del temor y en esa situación experimentan una profunda angustia y ansiedad. Lo peor es que sus miedos son infundados, dado que temen a monstruos inexistentes, que sólo habitan en las regiones oscuras de su mente. Si encontraran la luz, al instante esos fantasmas desaparecerían.
El miedo tiene un aspecto positivo, dado que puede prevenirnos y salvarnos de alguna amenaza. Gracias a este sentimiento el hombre se ha liberado de muchos peligros y ha podido sobrevivir a lo largo de la historia. Pensemos, por ejemplo en los hombres primitivos, quienes ante algún peligro, gracias a esta emoción, se preparaban para huir o luchar. De este modo han logrado vencer grandes dificultades y obtener excelente triunfos.
Este mismo mecanismo de “fuga u enfrentamiento” funciona en nuestra mente, pero lo que pasa es que los hombres de la actualidad muchas veces peleamos contra espectros irreales e ilusorios. Tal es el caso del joven protagonista de la anécdota narrada inicialmente. Así como él, hay personas que temen la muerte de un ser querido, la pérdida del trabajo, la crisis económica, un desastre, etc, etc, etc.
Quienes sufren de estos miedos deben tomar conciencia que aquello que temen es pura posibilidad: Es posible que eso suceda, pero como que también no. Sin embargo, su mente les hace una mala jugada, dando por cierto a esa posibilidad. De este modo viven un infierno anticipado. Los estudiosos dicen que el 99 % de nuestros temores no llegan a realizarse, lo cual quiere decir que sufrimos absurdamente un 99 %. Esto es una locura, ¿verdad?
Por esta razón, es bueno aprender la sabiduría de aquella frase que dice: “Si tu problema tiene solución, ¿Para qué te preocupas…? De igual modo, si no tiene solución, también, ¿para qué te preocupas?