Por: Walter Malca Rodas; C.Ss.R
“Padre, mi esposo me maltrata, es indiferente conmigo. Es mujeriego, con frecuencia se emborracha y arma pleitos en la casa”, me confió cierto día una mujer, muy triste. “¿Cómo ha sido tu papá?”, le pregunté. “Mi padre ha sido igual que él, tuvo un problema severo de alcoholismo”. “Ahí tienes la respuesta”, puntualicé. “¿Cómo así, Padre”. “Lo que pasa es que las hijas de padres alcohólicos, por lo general buscan maridos alcohólicos”.
Cuando le pregunté a esta mujer por qué había elegido a ese hombre como esposo, reflexionó un poco y luego me respondió: “Yo me casé con él porque quería formar una familia y lo elegí porque no tenía muchas expectativas. Ahora comprendo que no me valoraba, no me amaba. Creía que no merecía nada. Es como cuando uno va a hacer un proyecto y viendo lo que tiene dice: ‘Este es mi presupuesto. Esto es lo único que tengo’. La verdad, como dije, yo creía que no merecía nada. Me sentía tan poca cosa y pensaba que eso era lo único que podía mecer. Yo sabía que él era una piltrafa humana, pero era lo único que podía aspirar. Me sentía tan mal conmigo y misma y creía que nadie más me iba a querer. Por eso me metí con él”.
El testimonio franco y sincero de esta mujer me ayudó a comprender por qué las personas se enredan con personas tóxicas que les maltratan, les humillan, les denigran. Lo que pasa es que tales personas no tienen grandes aspiraciones. Ellas creen que no merecen grandes cosas, sino que merecen lo peor. Por eso se agarran de lo se les presenta. Es como cuando una persona está acostumbrada a ganar el suelo mínimo jamás se le cruzaría por la cabeza que podría ganar más dinero. Entonces el problema está en su mente a nivel de una idea limitante.
Quienes piensan así tienen que descubrir que son seres humanos, dignos, valiosos, hijos de Dios, que merecen lo mejor.
Si este es tu caso: ¡Despierta y descubre que mereces lo mejor! (fuente: www.padrewaltermalca.com)