SÓLO EN DIOS PODEMOS ENCONTRAR LA PAZ

“Marta, Marta, andas inquieta y nerviosa con tantas cosas” (Lc. 41), le dijo Jesús a Marta en respuesta a su reclamo, porque su hermana María la había dejado sola con los quehaceres de la casa. En estas palabras del Señor se encuentra la explicación del problema de mucha gente: El estrés. Dicen los médicos y psicólogos que éste es una de las enfermedades modernas que afecta a millones de personas. Y, la gente se estresa fundamentalmente porque está metida en tantas cosas y se olvida de lo fundamental, lo central que tiene que ser en su vida: la espiritualidad.

No está mal que Martha haga los quehaceres domésticos: Lavar, cocinar, barrer. Todo eso está bien. El problema está cuando esos quehaceres son el centro de su vida y se olvida de lo fundamental: Jesús.

No podemos vivir descentrados de Jesús. Si nos olvidamos de Él nuestra vida va a presentar desajustes. Él tiene que ser el centro de nuestra vida, el centro de nuestra existencia. Si queremos tener paz, gozo y alegría tenemos que estar muy cerca del Señor, pues él mismo lo dijo: “Vengan a mí todos los que están afligidos y agobiados, y Yo los aliviaré. Carguen sobre con mi yugo y aprendan de mí, que soy paciente y humilde de corazón, y así encontrarán alivio. Porque mi yugo es suave y mi carga ligera”. (Mt. 11,28-30). La conclusión es clara: Si estamos lejos del Señor vamos a experimentar tedio, aburrimiento, cansancio existencial. Sólo en Dios podemos encontrar la paz y el alivio que necesita nuestra alma. Por algo san Agustín dijo: “Nos hiciste, Señor para ti y nuestro corazón estará inquieto hasta que descanse en ti”. El salmista tuvo esta experiencia. Por eso dijo: “Sólo en Dios descansa mi alma”. (Sal. 62,5).

Señor ayúdanos a vivir centrados en ti. Queremos que Tú seas el centro de nuestra vida, el centro de nuestra existencia.