Hace unos días, en uno de los programas que transmito a través del mi página de Facebook, tuve una interesante entrevista con dos grandes amigos: Rubén Hernández Zeta y Alan Vilela. El primero es docente de educación superior, con vocación política, y, el segundo, es religioso franciscano conventual. En vista de que ya estábamos finalizando el año les hice la pregunta: “¿Cuál debe ser la actitud para iniciar el año nuevo?
“Yo creo que debemos poner en práctica el evangelio –dijo Alan-, sobre todo hacer realidad lo que nos dijo Jesús: “Ustedes son la luz del mundo”. El Señor dice que somos luz y que esa luz se ha prendido para colocarla en lo alto, por tanto tenemos vocación de grandeza. Por ende, en este año creo que es bueno desterrar de nuestra mente y de nuestro corazón los sentimientos enfermizos de inferioridad y descubrir que estamos llamados a ser grandes”.
Seguidamente Rubén intervino: “Lo que dicen Alan es cierto y yo estoy de acuerdo con ello, pero la pregunta es ¿cómo ser luz? Desde mi condición de laico yo creo que una manera de ser luz es siendo buenos ciudadanos. Mucha gente dice amar a su patria, a su pueblo, pero solamente lo dicen de palabras, porque no se nota en sus actos. A mi criterio ser buen cristiano también es ser un buen ciudadano. Esto quiere decir que si oro, voy a misa, comulgo…, esa vida de oración, de espiritualidad, debe manifestarse en mi compromiso con la sociedad. Pongamos un ejemplo, hay gente que va a misa, reza, comulga, pero luego arroja la basura a la calle sin mayor cuidado, cruza el semáforo en rojo, etc. A mi criterio esas personas nos son buenos cristianos ni buenos ciudadanos”.
“Interesante lo que dicen –intervine yo- nunca se me había ocurrido pensar en la estrecha relación que hay entre ciudadanía y espiritualidad; y, sin embargo, hay una vinculación. En este momento me viene al pensamiento un texto del apóstol Santiago que dice: “El que se cree sabio y bien educado que lo demuestre por su buena conducta” (Stgo. 3,13). Es decir que la sabiduría, la educación y, diría yo, la espiritualidad se manifiesta en la conducta, conducta que uno tiene en su casa y en la calle. Esta idea es interesante, porque como dice Rubén, muchas veces la gente sólo resume su vida espiritual a una actitud intimista, individualista, que se manifiesta en la oración, sus prácticas religiosas, pero de ahí no pasa.
Recuerdo que en una ocasión leí una interesante historia de un niño que estaba orando en su cama. Él creía que estaba sólo, pero sus padres lo estaban escuchando. Su oración era esta: “Señor, te doy gracias por este día que termina, gracias por mis padres y hermanos. Te cuento que hoy me porté bien, hice mis deberes, ayudé a mi padre a arreglar el jardín, limpié mi cuarto. Estoy feliz por esto, porque contribuí a mejorar tu creación. Bendíceme y bendice a mi familia. Amén”. ¡Qué hermosa oración la de este niño que nos enseña a esforzarnos a ser cada día mejores en nuestra familia y en la sociedad!”.
Amables lectores, inspirado en esta interesante reflexión que tuve con estos grandes amigos en esta ocasión quiero darles un consejo: En este nuevo año que estamos iniciando asumamos el reto de ser buenos cristianos y también buenos ciudadanos. Que Dios les bendiga.
Walter Malca Rodas; C.Ss.R.
(www.padrewaltermalca.com)