VALEMOS POR LO QUE SOMOS

Hay individuos que centran su valor en diversos aspectos de la vida: el dinero, su inteligencia, la fama, el poder, etc. Quienes toman esta actitud están equivocados, pues cuando estas cosas se terminan sufren terribles depresiones, dado que se les derrumba la torre en la que están enquistados.

Recuerdo el caso de una persona que decía que era el hombre más feliz del mundo, porque tenía cuanto un hombre podría desear: bienes, dinero, fama, etc. En cierta oportunidad se fue de banca rota y con esta caída se vino abajo todo el castillo imaginario que él se había construido. El hombre se deprimió y llegó al borde del suicidio.

Lo mismo sucede con las personas que centran su valía en su inteligencia. De estos individuos, en el mundo, encontramos por montones. Si usted es estudiante fíjese en sus compañeros que sacan buenos calificativos. Y si ya dejó de estudiar basta que traslade sus recuerdos a su tiempo de estudios. Pero para ser más didácticos   fijémonos en el siguiente testimonio, narrado por un joven:

“Cuando yo estaba en la academia de preparación para postular a la universidad había muchos jóvenes que, supuestamente, sabían menos que yo. Cuando ellos me preguntaban yo les enseñaba con cierta soberbia para demostrarles cuanto sabía yo. Cuando veía que había otros que sacaban más nota que yo sentía cierta envidia. Muchas veces me sentía triste cuando algunos de los que yo les enseñaba sacaban más notas que yo.

La tristeza mayor que sentí fue cuando llegó el momento de dar el examen de admisión y no logré ingresar en la “U”. Mi tristeza se incrementó cuando me enteré  que mis compañeros, que en los exámenes rutinarios tenían bajos calificativos, habían ingresado. Ellos estaban seguros que yo ingresaría y que ellos se quedarían fuera. Pero no fue así.

Ante tal situación yo sentía mucha vergüenza y no quería verlos. Quería que la tierra se abriera y me tragara. La decepción era tan grande que ni siquiera quería llegar a casa. Me daba mucha tristeza haber decepcionado a mis padres, que se esforzaban tanto por mí. A final de cuentas decidí ir a casa, donde mis padres me acogieron con mucho amor y cariño. Su abrazo me dio seguridad y me ayudó a superar la frustración.”

Quienes centran su valor en una serie de cosas, como las antes mencionadas, tienen problemas de autoestima. Incluso los que centran su valor en sus rendimientos intelectuales, como este joven. Ellos no son capaces de descubrir su valor en el hecho de ser personas.

Este problema está más extendido de lo que uno se puede imaginar. Y se origina en nuestra más temprana infancia, cuando las personas que están a cargo de nuestra educación no son capaces de darnos amor incondicional y en vez de ello nos dan amor condicional. Sentimos que nos aman por nuestra inteligencia, por nuestros talentos, por nuestra forma de ser. De tal manera que para seguir ganando ese amor cultivamos esas cualidades, pero a la larga nos volvemos esclavos de esas cosas. Y es por eso que sufrimos intensamente cuando las perdemos.

Para solucionar este problema tenemos que descubrir que valemos no por lo que hacemos o tenemos, sino por lo que somos. Y, ¿Qué somos en verdad? Somos personas humanas, hijos de Dios y tenemos dignidad.

«La riqueza eres tú», P. Walter Malca Rodas.