APRENDER A TENER JUICIO PROPIO

La psicología del Análisis Transaccional ha acuñado en su jerga el concepto de “impulsor” para referirse a un conjunto de ideas que impulsan nuestra conducta. Uno de esos impulsores es el famoso “complace”, donde un individuo trata de complacer a todo el mundo. Y esa actitud es errónea, porque es imposible dar gusto a todos y cuando la persona no logra su cometido se siente triste, se angustia y se deprime. Esta actitud equivoca es una de las causas de la ansiedad de mucha gente. Si descubrieran que su misión en el mundo no es agradar a nadie, sino hacer las cosas con convicción, su estado animo cambiaría inmediatamente.

Así, podemos resolver, que debemos aprender con urgencia a tener criterio propio, porque hay mucha gente que vive pendiente de las opiniones de los demás. Hacen o dejar de hacer cosas pensando en el “qué dirán”. Esta actitud es nefasta, porque entregan su poder a los demás, pues su estado anímico depende de las opiniones ajenas: si opinan bien se sienten contentas, y si opinan mal, se deprimen. Tenemos que descubrir que lo que nos hace feliz no es lo que piensen los demás de nosotros, sino qué es lo que pensamos de nosotros. Por eso es importante aprender a tener un juicio adecuado sobre nosotros mismos.

Cada ser humano es un mundo complejo y no debemos tratar de agradar a todos, porque eso es imposible. Ni Jesús, siendo Él, logró dar gusto a todos. En el evangelio de Mateo hay un episodio interesante: “Jesús sana a un mudo endemoniado”. Ante tal milagro hay una disparidad de reacciones: La gente admirada decía: “Nunca se ha visto en Israel cosa igual”. En cambio los fariseos decían: “Este expulsa los demonios con el poder del Príncipe de los demonios” (Mt. 9,32-32).

En este episodio vemos que Jesús tiene una personalidad sana. Él hace el milagro por convicción propia. No se pone a pensar: “hago el milagro o no lo hago. Si lo hago qué van a pensar los fariseos”. A él no le interesa lo que piensen los demás, sino que él lo hace porque cree que debe hacerlo, porque esa es su naturaleza: hacer el bien.

Inspirados en el ejemplo de Jesús y conducidos por una sana racionalidad tenemos que descubrir que nuestra misión en la vida no es agradar a todo el mundo, sino aprender a vivir nuestra vida con amor y honestidad.

Considero que una buena manera de concluir estas reflexión es meditando en esta frase tan conocida que “no podemos ser moneda de oro para todo el mundo”.

 

IBAN A VENDER EL BURRO

 Cuenta la historia que un anciano con su nieto iban al pueblo a vender un burro. Ellos iban delante jalando a la acémila. Pasaron por ahí unas personas que empezaron a burlarse: “Qué tipos para necios, prefieren ir a pie en vez de montar en el burro”. El abuelo ordenó al nieto para que suba sobre el animal. Más allá se encontraron con otras personas quienes también criticaron: “Cómo es posible que el joven haragán vaya en el burro mientras que el pobre anciano vaya a pie”. El abuelo sugirió al nieto que bajara y entonces subió él. Más allá encontraron otras personas que también criticaron: “¿Cómo es posible? ¡Qué barbaridad! El viejo montado en el burro, mientras el pobre chiquillo va a pie. No puede ser posible”. Entonces el viejito invitó a su nieto a subir sobre el burro. Más allá otro grupo de gente criticó: “¿Cómo es posible? ¡Qué barbaridad! Pobre burro que tiene que soportar el peso de dos personas ociosas”. Entonces bajaron los dos del burro y en dos palos ataron al burro y lo llevaron sobre sus hombros. La gente al ver el espectáculo se reía. Al pasar por un puente, el burro con la intención de liberarse de esa postura tan incómoda, se movió y se cayó. Un hombre que los había seguido dijo: “Está bien, eso les enseñará”.

Este cuento nos ayuda a comprender que tenemos que abandonar la idea absurda de querer complacer a todo el mundo.

 

ENSÉÑAME A TENER CRITERIO PROPIO

¡Oh Dios! Único y original, que me hiciste a imagen y semejanza tuya, ayúdame a descubrir que, igual que tú, soy un ser único, absoluto e irrepetible.

Ayúdame, Señor, a tener criterio propio, que no me deje conducir tanto por las opiniones de los demás, sino que haga las cosas por convicción y por amor.

Señor, ayúdame a entender que la vida es única y que debo aprender a vivir mi vida en plenitud, pues para eso me ha creado. Has, Señor, que haga realidad el sueño que tienes sobre mí. Amén.

Padre Nuestro…, Ave María…, Gloria.