APUNTAR ALTO

Por: Walter Malca Rodas

Misionero Redentorista

Una maestra llega al salón de clase y les comunica a los alumnos que van a tener examen. Los alumnos, como siempre, responden con un rotundo: “Nooooo, profe”. La maestra insiste diciendo: “Bueno, jóvenes, aquí, en esta aula, la autoridad soy yo. Así es que ya está decidido. Hoy tomaré el examen. Aquí tienen tres modelos de exámenes: el primero consta de 50 ítems, el segundo de 40 y el tercero de 30. Así es que cada uno escoja el examen que le parezca mejor”.

La mayoría de alumnos, como era de esperar, escogió el examen de 30 preguntas. Un grupo bastante reducido escogió el de 40. Y un grupo muy pequeño, apenas tres alumnos, escogieron el examen de 50 preguntas.

Todos los alumnos se pusieron manos a la obra. La maestra les dio el tiempo suficiente para desarrollar el examen. Al final, tan pronto como terminó el último alumno, corrigió los exámenes en un dos por tres. A los que escogieron el examen de 30 preguntas les puso cero, a los que escogieron el examen de 40 les puso 10 y los tres jóvenes que escogieron el examen de 50 lograron un puntaje de 20.

Los alumnos, al recibir sus calificativos, muy descontentos, empezaron a protestar: “Cómo va a ser posible que nos ponga tan bajos calificativos. Nosotros hemos respondido bien. Usted no ha corregido lo exámenes. Eso es injusto. Nos quejaremos a dirección”, la amenazaron.

“Quéjense a donde quieran -les respondió la maestra-. En esta oportunidad yo no he calificado conocimientos. Yo he calificado la capacidad de apuntar alto, mirar lejos, de tener ideales, de aspirar cosas grandes. La mayoría de ustedes, por comodidad y flojera, ha escogido los exámenes de 30 y 40 ítems. Así es que como apuntaron tan bajo también sacaron baja nota. En cambio, quienes escogieron el examen de 50 preguntas son aquellos jóvenes que tienen valor, coraje y grandes aspiraciones. La nota máxima la tienen bien ganada”.

La juventud se caracteriza por su la vitalidad, la fuerza y el coraje. Por eso es de suma importancia invitar a los jóvenes a apuntar alto, mirar lejos, a tener grandes ideales, dado que el futuro sólo pertenece a aquellos que son capaces de soñar y que buscan hacer realidad sus sueños.

Cada vez que finaliza un año lectivo muchos jóvenes se quejan: “Padre, he desaprobado varios cursos, me siento muy mal porque he defraudado a mis padres. Yo podía haber rendido más para que ellos se sientan orgullosos de mí”.

Quienes piensan de esta manera están muy equivocados. Es cierto que con su negligencia defraudan a sus padres, pero es bueno aclarar que, en primer lugar, se defraudan a sí mismos, puesto que ellos son los principales perjudicados. Los padres, lejos de culpabilizar a sus hijos con el tema la ingratitud, deben esforzarse por hacerlos toma conciencia de que los primeros beneficiados de la educación son ellos mismos.

Los jóvenes deben comprender que están en un momento privilegiado para colocar las bases de su existencia. Si colocan bases sólidas tendrán un buen sustento, pero si las bases son endebles el edificio de su vida se derrumbará con gran estrépito. Es por eso que deben prepararse adecuadamente para que lleguen a realizarse como personas en plenitud, y así puedan ser hombres y mujeres de bien.