CERCANÍA Y DISTANCIA

“Padre, estoy muy fastidiada con mi madre”, me dijo cierto día una señora. “¿Por qué tienes esos sentimientos con tu progenitora”, la inquirí. “Lo que pasa es que es una ingrata -me respondió-. Yo siempre estoy pendiente de ella. Todos los días la visito, me preocupo de que no le falte nada: ni alimento, ni comida, ni medicina. Mis demás hermanos ni se preocupan por ella. Al contrario, se aprovechan y sólo están ahí para quitarle el poco dinero que tiene de su pensión o de lo que le doy yo. Sin embargo, a mí me maltrata. Me dice que soy una mala hija, me insulta y me dice palabra hirientes”. “¿Por qué no te distancias de ella?”, la seguí interrogando. “No puede ser. Ella es mi madre y, además, estaría faltando al 4to mandamiento que dice que hay que honrar padre y madre”, insistió.

“Es verdad que hay que honrar padre y madre, -le expliqué-, pero honrar padre y madre no significa dejarse maltratar por ellos. Así como los hijos deben respetar a sus padres, éstos también deben respetar a sus hijos. Respetar a los hijos es darse cuenta que ese niño, ese adolescente, ese joven, o ese adulto, que es tu hijo, no es un objeto, sino un sujeto, una persona, un ser humano que tiene pensamientos y sentimientos. Respecto al distanciamiento de las personas que nos hacen daño nos enseña Jesús con sus palabras y con su testimonio:

Cuando los nazarenos lo rechazaron e intentaron despeñarlo Él se abrió paso entre ellos, se marchó y nunca más regresó (Lc. 4,28-29); cuando envió a sus discípulos a predicar les dijo que si en un pueblo no los reciben que se sacudan el polvo de las sandalias de los pies (Mt. 10,14); cuando los samaritanos no le quieren dar alojamiento, Juan y Santiago quieren hacer bajar fuego del cielo, el Señor les llama la atención y tranquilo se va a otro lugar (Lc. 9,51-56). Después de sanar a un ciego le dice que se vaya a su casa, pero que no entre en la aldea (Mc. 8,26). Casos como éstos hay varios en el evangelio donde el Señor nos enseña a distanciarnos de ciertas personas o grupos humanos”.

Para Finiquitar este asunto pienso que es importante tener la sabiduría necesaria para acercarnos lo suficiente a las personas y para distanciarnos, prudencialmente, cuando sea necesario.