(Reflexión inspirada en el evangelio de Lucas 5,1-11, correspondiente al V domingo del tiempo ordinario, Ciclo C)
¿Quién no ha sufrido alguna frustración en su vida? Todos ¿Verdad? Todos, absolutamente todos, en algún momento de nuestra vida hemos experimentado la frustración. El evangelio de Lucas 5,1-11 nos enseña a afrontar las frustraciones desde la perspectiva de la fe.
El evangelio nos narra que Jesús llegó a las orillas del lago de Genesaret, donde encontró a los pescadores que estaban lavando sus redes. Ahí vio dos barcas que estaban en la orilla, subió a la barca de Pedro y le dijo que le apartara un poco de la orilla y desde la barca enseñaba sentado. ¿Qué les enseñó el Señor a los pescadores aquel día? Nadie lo sabe. Como Jesús no habla de cosas teóricas, sino de cosas prácticas es muy posible que les enseñó como asumir las frustraciones, pues esa era la realidad de aquellos hombres. A esos hombres tristes y frustrados, por no haber pescado nada en la noche, el Señor les dio paz, consuelo y esperanza. Posiblemente les habló de esta manera: “Sé que están tristes porque anoche no han pescado nada. No se preocupen. Confíe en Dios que es mi Padre y Padre de ustedes, que es providente. Recuerden que Él alimenta a las aves del campo y viste de esplendor a los lirios del valle. No se preocupen. Mi Padre que conoce las necesidades de ustedes les proveerá lo que necesitan. Confíen y crean en Él”.
Tenemos que comprender que los problemas, las frustraciones, las dificultades están ahí para que se manifieste el poder y la gloria de Dios. Esta idea la extraemos del mismo evangelio.
El evangelio de Juan nos narra que en una ocasión Jesús y sus discípulos estaban se encontraron con un ciego de nacimiento. Los discípulos, llevados por su mentalidad que la enfermedad era fruto del pecado le preguntan al Señor: “¿Quién peco para que este hombre esté así: Él o sus antepasados?”. Jesús les dijo: “No pecó ni él ni sus antepasados. Esta enfermedad está para que se manifieste el poder y la gloria de Dios”. La misma idea aparece en el caso de Lázaro cuando estaba enfermo, Marta y María envían un mensajero para decirle: “Tu amigo está enfermo”. Entonces el Señor dijo: “Esta enfermedad no terminará en la muerte en la muerte, sino que tiene como finalidad manifestar la gloria de Dios”. Y, como sabemos, así fue: Lázaro murió y Jesús manifestó su poder y gloria resucitando a su amigo.
Esta es la actitud con la que tenemos que afrontar los problemas, las dificultades y las frustraciones: debemos convencernos que esas dificultades están ahí para que se manifieste el poder y la gloria de Dios. Eso es lo que sucedió en el episodio que estamos analizando: Dice el evangelio que después de enseñar a los pescadores le dijo a Pedro: “Rema mar adentro y echen las redes para pesca”. Pedro le dijo: “Maestro, nos hemos pasado toda la noche trabajando y no hemos pescado nada, pero si tú lo dices echaré las redes”. En las palabras de Pedro vemos que su fe había crecido, por eso le dice: “Si tú lo dices”. Es como si le dijera: “Nosotros ya hemos intentando y nuestro intento ha sido vano, pero confiamos en ti, confiamos en tu palabra, sabemos que tu palabra tiene poder. Por eso vamos a arrojar las redes”. Esta decisión de arrojar las redes en el día era un despropósito porque los pescadores pescan en la noche por la sencilla razón que con el reflejo de los rayos de la luna el banco de peces proyecta machas fosforescentes en el mar. Ahí lanzan las redes y les hace más fácil pescar. Por tanto en el día, humanamente, ya no tenían ninguna esperanza, pero el Señor se acerca para encender la esperanza en el corazón de estos hombres desanimados y ellos, fundados en esa esperanza, arrojan las redes y tienen una pesca milagrosa.
Al ver aquel milagro prodigioso Pedro se da cuenta que está frente a un hombre que era más que un hombre: era Dios. Por eso le dice: “Apártate de mí, Señor, que soy un pecador”. El Señor en vez de alejarse de ese hombre pecador le restaura la confianza diciéndole: “No temas; desde ahora serás pescador de hombres”.
Desde la óptica de la fe, podemos dar gracias a Dios por los problemas, las dificultades y las frustraciones porque sabemos que ellos están ahí para que se manifieste el poder de Dios. Aplicada esta lección a este texto podemos decir: “En buena hora que aquellos hombres experimentaron la frustración de no pescar nada aquella noche, porque esa frustración les permitió ver la gloria del Señor, manifestada en aquella pesca milagrosa; y desde aquella experiencia el Señor llamó a aquellos hombres para que fueran sus discípulos y éstos le siguieron porque tenían fe Él, dado que habían visto su poder”.
Pidámosle al Señor, en esta ocasión, para que aumente nuestra fe y así no nos desesperemos, no nos angustiemos, antes las frustraciones, cuando las cosas no salgan como nosotros queremos, sino que confiemos en el Señor, que siempre tiene planes superiores a los nuestros.
Que Dios te bendiga.