Una señora cuya hija había sufrido abuso sexual me hizo la siguiente consulta: “Padre, mi niña ha sido violada. Yo siento mucho odio contra ese hombre malvado que ha lastimado a mi hija. Pero me estoy dando cuenta que estos sentimientos me están haciendo mucho daño, literalmente me estoy pudriendo por dentro. ¿Cómo puedo lograr el perdón?”.
“Bien, querida hija -le respondí- muchas veces las acciones de los demás nos lastiman profundamente y lograr el perdón no siempre es fácil; sin embargo, por nuestra salud mental y espiritual es necesario buscar el perdón. Para ello tenemos que seguir los siguientes pasos:
En primer lugar es importante tomar conciencia que la acción u omisión de tal o cual persona nos ha hecho daño, nos ha lastimado. Jesús dijo: “La verdad les hará libres”. Por eso, es necesario reconocer nuestra herida y asumirla. Este reconocimiento es esencial en el proceso de nuestra liberación. Si no damos este paso será imposible que logremos el perdón.
En segundo lugar debes comprender que el pasado ya pasó. Y que hagas lo que hagas no puedes hacer que el tiempo retroceda. El tiempo, conforme pasa, se va constituyendo en una especie de muralla infranqueable; de tal modo, por más que los empujemos con todas nuestra fuerzas no cederá jamás. Por tanto, golpear nuestra cabeza contra esa pared imaginaria es un asunto de locos que nos hace más daño. Saber aceptar con serenidad el pasado es una actitud de verdaderos sabios.
En tercer lugar es importante esforzarse por comprender la conducta de las personas que nos han hecho daño. Este esfuerzo, en psicología, se llama empatía. No se trata de justificar el acto o la actitud de la persona. De hecho, la violación en sí es una aberración y la repudiamos con todas las fuerzas de nuestro ser; pero, si queremos ser libres de verdad, tenemos que comprender la razón de ese actuar equivocado.
Es de vital importancia comprender que el violador es una persona enferma. Es posible que de niño haya sido lastimado en su sexualidad y no haya recibido la ayuda necesaria. Por tanto, él también es una víctima. Ese hombre no ha madurado sexualmente y es un infantil, en este aspecto de su vida. Por eso, más que odio y maldición, necesita misericordia, pues si está enfermo necesita curación. Debemos orar por esa persona para que sane sus heridas y se arrepienta del daño que causó.
Cuando hablo de misericordia no estoy diciendo que hay que absolver a los violadores y dejarlos que deambulen libres por las calles. No, ese no es mi mensaje. Es fundamental comprender que la misericordia nada tiene que ver con sentimentalismos baratos. Tenemos derecho a protegernos y proteger a nuestros seres queridos de estos agresores, y si es necesario enviarlos a la cárcel debemos hacerlo, sin miramientos y contemplaciones. Pero si llegamos a eso, no tenemos que hacerlo por odio, para saciar nuestra sed de venganza. Lo importante es que nuestro corazón esté en paz, libre del resentimiento y del rencor.
Finalmente, es importante espiritualizar nuestro dolor. Esto es: asociar nuestro sufrimiento a los sufrimientos de la pasión de Jesucristo, siguiendo el ejemplo de san Pablo, que dijo: “Completo en mi cuerpo los sufrimientos que faltan a pasión de Cristo”.
Por: P. Walter Malca Rodas; tomado del libro «¿CÓMO PERDONAR?»