EL PODER DE LAS IMÁGENES MENTALES

Los hermanos separados dicen que los católicos somos idólatras porque adoramos a las imágenes y eso no es cierto, porque los católicos nos adoramos a las imágenes, sino las veneramos. Ellos son anti imágenes, pero no se dan cuenta que todos tenemos imágenes mentales. Es más, con suma certeza podemos decir que pensamos en imágenes. Por ejemplo, en este momento yo le digo: “no piense en manzanas” y las manzanas aparecen en su mente.

Todos tenemos autoimágenes. Es decir que tenemos imágenes de nosotros mismos. Las imágenes pueden ser positivas o negativas.  Por ejemplo, pueda que yo me crea muy listo o muy tonto. Y esa imagen la reforzaré con mis acciones. Mi relación conmigo mismo y con los demás depende de esa autoimagen. Así como tengo imágenes de mí mismo también tenemos imágenes de los demás y nuestra relación con nuestros congéneres depende de esa imagen que yo tengo de ellos. Por esta razón el P. Carlos Vallés, sacerdote jesuita que trabajó muchos años en la India, dice que todos los días nos relacionamos con cadáveres, porque la imagen que tengo de tal o cual persona no es la esencia de la persona, dado que la imagen que tengo en mi mente de alguien no es esa persona: una cosa es la imagen y otra es la persona.

Así como tenemos imágenes de nosotros mismos y de los demás, también tenemos imágenes de Dios. Y son precisamente estas imágenes las que posibilitan una relación sana o enfermiza con Dios. Los judíos no reconocieron a Jesús como el Mesías, porque ellos creían en un mesías político, que vendría de no sabían de donde y llegaría con sus militares, su carroza de oro, se sentaría en su trono de oro y expulsaría a los romanos e instauraría el reino de David. Esta era la imagen del mesías que tenía y contrastaba con la figura de Jesús, un hombre sencillo y humilde, que procedía un lugar insignificante y despreciado.

Señor, ayúdanos a purificar nuestras imágenes mentales para poder tener una relación sana y armoniosa con nosotros, con los demás y con Dios.