La violencia contra las mujeres es un tema sensible el día de hoy y me alegra que así sea, pues durante mucho tiempo las mujeres han sido maltratadas y postergadas. Pensemos en la cultura judía, en el tiempo de Jesús, las mujeres no contaban para nada: “Eran cinco mil varones sin contar las mujeres y los niños” (Mt. 14,21), dice el texto bíblico en el episodio la multiplicación de los panes. La mujer equivalía a medio hombre o en todo caso eran consideradas como menor de edad.
Jesús fue un hombre adelantado para su época. Él revolucionó las relaciones humanas resaltando la dignidad de las mujeres. Ellas protagonistas de muchas de sus parábolas, tuvo sus amigas en Betania (Lc. 10,38-42), se acercó o dejó que se acerquen las mujeres despreciadas: La pecadora de la ciudad (Lc.7, 36-50); la mujer adúltera (Jn. 8, 1-11), la samaritana (Jn. 4, 1-42). A los fariseos les dijo que “las prostitutas les precederán en el Reino de Dios» (Mt.21, 31-32). Jesús, a diferencia de los rabinos, también tuvo sus discípulas, es decir seguidoras (Lc. 8,1-5). (Es bueno aclarar que en los evangelios hay una diferencia entre apóstoles, que era los doce y los discípulos, que eran un grupo mayoritario). Y precisamente son las valientes mujeres quienes siguen al Señor hasta la Cruz (Lc.23, 49 ss).
Jesús hizo algo más por las mujeres: les devolvió su condición de testigo. En un mundo donde el testimonio de las mujeres no valía, Jesús constituyó a María Magdalena como su testigo cualificado, pues ella fue la primera que vio a Cristo Resucitado. Los apóstoles no le creyeron simplemente porque era mujer.
Ojalá que nosotros los cristianos, si de verdad queremos ser discípulos de Cristo, trabajemos denodadamente en la construcción de un mundo donde los varones y las mujeres podamos vivir y convivir en un espacio de igualdad de dignidad y de oportunidades.
Hoy felizmente el marco jurídico beneficia a las mujeres. Pero la situación no va a cambiar solamente con el hecho de decretar leyes que las protejan y condenen a los agresores. La violencia contra las mujeres tiene que pasar por un proceso de cambio de mentalidad, donde se empodere a las mujeres, ayudándoles a descubrir su poder, su valor y su dignidad.
Tal es el caso de una mujer a quien su marido la maltrataba física y psicológicamente. Cuando sucedía esto ella acudía a sus familiares, quienes le recomendaban que se separa. Al tomar esta decisión y comunicar a su marido éste le respondía: “Está bien, me voy, pero tú verás cómo te mantienes y educas a tus hijos”. Cuando el marido le hacía estas amenazas ella pensaba: “¿Cómo voy a mantener a mis hijos? ¿Quién me va a dar trabajo si no yo no he terminado secundaria?”.
En los talleres Semillas de esperanza, que suelo dar, a esta mujer le ayudamos a descubrir su valor como persona y que ella podía hacer muchas cosas para valerse por sí misa. Ahí se conoció con una amiga quien le propuso empezar un negocio y así descubrió que ella podía mantenerse a sí misma y y educar a sus hijos. Cuando descubrió esto le dijo al marido: “A partir de hoy no voy a tolerar tus majaderías. Te vas de la casa ahora mismo”. El marido, al verla segura, no se fue de la casa, pero las cosas cambiaron. Por eso creo que para terminar con la violencia hacia las mujeres tenemos que empoderarlas, ayudándoles a descubrir su valor y su poder.
Walter Malca Rodas; C.Ss.R