Cuenta la historia que un perrito estaba caminando por una calle y en eso entra en una casa donde se encontró con mil perritos. El perrito asustado, empieza a gruñir y los otros perritos también empezaron a gruñir; el perrito ladra y los otros perritos también empezaron a ladrar. El perrito sale diciendo: “Qué feo es este lugar, nunca más voy a regresar por acá”.
Al poco tiempo ingresó en el mismo lugar otro perrito amable, quien al entrar también se encontró con los mil perritos. El perrito mueve la cola y los demás perritos también mueven la cola; el perrito mueve la cabeza y los demás canes también mueven la cabeza; el perrito salta y los otros perritos también empezaron a saltar. El perrito sale de ese lugar diciendo: “¡Qué hermoso es este ambiente! retornaré con frecuencia”. La casa donde entraron los canes se llamaba “La casa de los mil espejos”.
Esta historia nos ayuda a comprender que, muchas veces, la vida nos devuelve lo que nosotros le damos. Si damos alegría, nos devuelve con más alegría; pero si le damos tristeza, nos devuelve tristeza; si damos amor, nos devolverá amor; pero si damos odio nos devolverá con odio. Esto también se aplica a nuestras relaciones sociales. Hay gente que piensa que nadie los quiero, porque ellos tampoco quieren a nadie; hay gente que son maltratadas, porque ellas también maltratan; hay personas que son solitarias, porque no se relacionan con nadie. Recordemos que Jesús dijo: “Traten a los demás como ellos desean que los traten. En esto consiste la ley y los profetas” (Mt. 7,12).
“Señor ayúdanos a ser amables y cariñosos con los demás”. Amén.