Hay padres de familia que, creyéndose dioses, se sienten dueños del destino de sus hijos. Piensan que su derecho es escogerles la novia o el novio, la carrera, la ropa, etc. Para comprobar esta afirmación no tenemos que ir muy lejos. Consideremos el siguiente testimonio, narrado por un adolescente:
“Yo de niño quise estudiar medicina. Ahora no pienso lo mismo. Mis intereses han cambiado conforme he ido creciendo. Al iniciar la adolescencia me interesaron las computadoras. Ahora me está gustando la guitarra y me gustaría estudiar música. Mis padres no quieren que estudie esta última carrera. Ellos me dicen: “¿Para qué vas a realizar esos estudios? Esa carrera no da dinero. Te morirás de hambre. Mejor debes estudiar abogacía o ingeniería”.
Como podemos ver en este testimonio, el motivo por el que los padres de este adolescente no quieren que estudie música es porque esa carrera no da dinero. Da la impresión que para estos señores el único sentido de la vida es ganar dinero. Por ningún lado aparece el sentido de plenitud y felicidad.
Quienes piensan como estos padres de familia deben comprender que sus hijos son personas y no objetos, con los que no pueden hacer lo que se les venga en gana. Y que su tarea es ayudarles a descubrir el camino que Dios les ha trazado, porque en seguir ese camino radica la felicidad. Cuando las personas desoyen la voz de Dios son infelices. Consideremos el siguiente testimonio narrado por una joven:
“Yo estudié contabilidad por cumplir el sueño de papá. A mí me hubiese gustado estudiar Ciencias de la Comunicación. Si embargo, papá de una manera muy sutil me inclinó a estudiar ciencias contables. Mi papá, a menudo, dice que a él le hubiese gustado estudiar contabilidad, pero que, lamentablemente por su pobreza, no pudo. Yo de joven pensaba: “Pobrecito, mi padre. Yo voy ha hacer realidad sus sueños”. De este modo yo hice mío el sueño de papá, pero en realidad ese sueño nunca fue el mío. Mi padre se sentía orgulloso de mí. A sus amigos les decía: “Mi hija es contadora”. Él se sentía contento, pero yo me sentía muy infeliz. El trabajo que he tenido no lo hacía con ganas, pues no tenía ilusiones. Actualmente he perdido el último trabajo que tiene que ver con mi carrera. Ahora trabajo en un campo que tiene que ver con la comunicación, no gano mucho, pero me siento más contenta.”
En este testimonio vemos que, muchas veces, los padres proyectan sus frustraciones sobre sus hijos. A menudo dicen: “Lo que yo no pude ser que lo sean ellos”. Pero tales padres no comprenden que cada persona tiene un proyecto particular trazado por Dios y que la felicidad consiste en descubrir ese proyecto y realizarlo. Por eso es importante descubrir que la única razón de la existencia humana es la felicidad. Para eso Dios nos dio la vida. Ojalá que los padres de familia pensaran como los padres de la siguiente joven:
“Los sueños de mis padres son que yo sea feliz, esté donde esté. Ellos quieren que haga el bien y dicen que serán felices con mi felicidad. Desean que donde esté haga lo correcto y que si me equivoco que aprenda de mis errores. Que si alguna vez me caigo, que reconozca que las caídas son humanas, pero que no puedo permanecer hundida con el peso de la culpa, sino que me levante y siga caminando con la frente en alto, porque tengo dignidad. No importa que si gano mucho o gane poco. Lo importante es que sea feliz”.