LAS CASAS DEL CIELO

En el evangelio Jesús le dice a sus discípulos: “No acumulen tesoros en la tierra, donde la polilla y la herrumbre los corroen y donde los ladrones perforan las paredes y roban. Acumulen, en cambio, tesoros en el cielo, donde no hay polilla ni herrumbre que los corroen, ni ladrones que perforen y roben. Porque donde está tu tesoro ahí está tu corazón” (Mt. 19-21). Existe un cuento que ilustra muy bien este texto.

Cuenta la historia que en una ocasión murió una mujer y fue al cielo, donde fue recibida por San Pedro, quien la lleva a conocer las diversas moradas del cielo. En primera instancia llegan a un lugar donde las casas de oro. La señora, como era de clase alta, quiso entrar pensando que una de ellas era su casa. Pedro le dijo que ahí no es su casa.

Avanzan un poco más allá y se encuentran con unas casas de plata. La señora, pensando que una de ellas era su casa, también quiso entrar y Pedro le retuvo diciendo que ahí no su lugar. Siguen avanzando y se encuentran con unas casas de mármol. La señora, seguida por su impulso, nuevamente quiere entrar y Pedro la retiene diciéndole lo mismo. La caminata continúa y se encuentran con unas casas de cristal. La señora nuevamente intenta ingresar y Pedro le reitera que ahí no es su casa.

Salen de ese lugar y avanzar un poco más allá por donde el ambiente era pesado: había neblina y el olor fétido. Finalmente llegan a un extremo, donde se encuentra en una casucha solitaria construida de cartones y basura. Entran en ella y el ambiente era nauseabundo: habían cucarachas, ratones, pulgas, garrapatas y olía a orines. La mujer preguntó a Pedro: “Por qué me has traído a este lugar”. “Esta es tu casa”, puntualizó Pedro. “No puede ser –reiteró la mujer- en la tierra he pertenecido a la clase alta, he vivido en una mansión. ¡Cómo voy a vivir en esta pocilga!”. Pedro le explicó: Nosotros acá en el cielo construimos sus casas con el material que envían de la tierra: unos mandan oro; otros, plata; otros, mármol; otros, cristal y otros, basura. Tú has enviado basura por eso hemos construido tu casa de basura”. “¡No, no puede ser. Yo no puedo vivir en este lugar! protestaba la mujer”. En eso que estaba gritando despertó porque había sido un sueño, pero a partir de aquel momento cambio radicalmente su vida.

“Señor Jesús, ayúdanos a acumular nuestros tesoros en el cielo”.