LIMPIEMOS LOS VIDRIOS DE NUESTRA VENTANA

(Reflexión con motivo de VIII domingo del tiempo ordinario, año C)

Empecemos esta reflexión con la siguiente anécdota.

Cuenta la historia que había un hombre que le encantaba descubrir los defectos de los demás y trataba de corregirlos. Ese era su deporte favorito. Con esta actitud se ganaba muchos conflictos con la gente porque, por lo general, las personas no tienen mucha predisposición a cambiar. A pesar de ello el hombre persistía en su afán. Cierto día estaba de visita en una ciudad y, al pasar frente a un hotel, su mirada se posó en un letrero que decía “Hotel cuatro estrellas” y junto a él habían cinco estrellas. El hombre, creyendo que era el primero que había reparado en el error, ingresa para avisar a los dueños del local y al ver lo agradable que era la estancia y al ser recibido con suma amabilidad se quedó a pasar la noche en ese lugar y así incrementó los ingresos del hotel. Se podría decir que en este caso el cazador fue casado. Lo que pasa es que la incoherencia entre el mensaje y el número de estrellas era una estrategia de marketing. Quienes reparaban en ello creían que eran los primeros en haberse dado cuenta del error y entraban para comunicarlo, pero al ver la estancia, igual que el protagonista de esta historia, se quedaban a descansar y así el dueño se hacía millonario.

Esta historia ilustra muy bien aquella actitud enfermiza que tienen algunas personas de querer corregir a todo el mundo. No está mal corregir, pues “corregir al que hierra” es una obra de misericordia espiritual. Lo llamativo es cuando esa corrección se hace de forma compulsiva y constante, pues hay personas que quieren cambiar a todo el mundo. Lo triste y fastidioso es cuando aquellas personas que quieren cambiar a los demás tienen los mismos problemas y cuantiosas veces peores que los demás. Quienes actúan de este modo se parecen a la cangreja del siguiente cuento.

Cuenta la historia que había una cangreja anciana que siempre criticaba a su nietecita diciéndole:
-Hija, ¿por qué caminas de costado? Debes caminar de frente como hacen todos los animales.
De tantas veces que le insistía, la joven cangreja, fastidiada por esa conducta impertinente de su abuela, se animó a cuestionarla:
-Abuela, tanto que deseas corregir mi forma de caminar, a ver sí me enseñas a caminar de frente como hacen todos los animales.
La abuela cangreja le respondió:
-Hay, hija, me temo que no voy a poder enseñarte, porque mi osteoporosis ya no me permite.
La respuesta de la abuela cangreja fue solamente una excusa, pues sabemos que todos los cangrejos caminan de costado. En nuestro medio hay personas que, como la abuela cangreja, caminan de costado, pero quieren hacer que todos los demás caminen de frente.

En el evangelio de hoy, que está tomado de Lucas 6,39-45, el Señor nos previene de esta conducta cuando dice: “¿Por qué te fijas en la astilla que tiene tu hermano en el ojo y no reparas la viga que llevas en el tuyo? ¿Cómo puedes decirle a tu hermano: “Hermano, déjame que te saque la astilla del ojo”, sin fijarte en la viga que llevas en el tuyo?”. ¡Hipócrita! Sácate primero la viga de tu ojo, y entonces verás claro para sacar la astilla del ojo ajeno”.

El mensaje del Señor en este texto es claro: si queremos corregir a los demás primero debemos intentar corregir nuestros errores y defectos. Como ya dije: en nuestro mundo hay mucha gente que intenta corregir a los demás, pero ellos no hacen nada para corregir sus errores. Y eso es un gran error, pues en vez de intentar corregir a los demás debemos buscar corregir nuestros propios errores. Esta es la actitud más correcta. Sin embargo, la gente en vez de buscar su transformación personal trata de cambiar a los demás y ahí está el gran fracaso. Reflexionemos en esta historia:

Cierto joven, como todas las personas de su edad, tenía una infinidad de sueños. Una de sus más caras y anheladas utopías era cambiar el mundo. Como tenía fuerza, energía, inventiva y creatividad, movido por ese deseo, organizó una empresa gigantesca que prestaba una serie de servicios sociales en los que incluía capacitación, asesoramiento, y ayuda financiera, etc. Por un tiempo parecía que la empresa funcionaba a la perfección y todo indicaba que dentro de poco el mundo cambiaría de perfil, pero luego entró la discordia en la organización y con ella la sospecha, el desaliento, y, final, todo se vino abajo. Para ese entonces nuestro personaje ya era adulto.

Ante esta primera decepción el hombre se repuso y tomó una decisión: en vez de cambiar al mundo voy a cambiar a mi país. Tan pronto como tomó la decisión se puso manos a la obra. Esta labor consumió otra gran cantidad de sus recursos y energías, pero a final de cuentas no logró gran cosa. Para ese momento ya era anciano. Fue entonces cuando decidió cambiar a su familia. Así es que los años de su ancianidad los consagró a esta labor, pero tampoco logró mayor cosa. Al final, cuando ya tenía 85 años, cayó enfermo y en su lecho de muerte descubrió que toda su lucha había sido vana. Pues su esfuerzo no había tenido mayor repercusión en el mundo, en su país, en su familia. El hombre se sintió muy triste y abatido.

Fue allí donde descubrió su gran error, pues al verse viejo y con muchos defectos se dio cuenta que primero tenía que haber cambiado él y que con su ejemplo es posible que hubiese cambiado su familia. El ejemplo de su familia hubiese ocasionado cambios en su país; y si había cambios en su país es posible que hubiese ocasionado cambios en el mundo. Pero lamentablemente nuestro “héroe frustrado” se equivocó de estrategia: invirtió el orden, en vez de cambiar él se propuso cambiar a los demás y eso es imposible. Tenemos que descubrir que cambiar a los demás es una empresa utópica e imposible. Si el cambio personal, de por sí, ya es muy difícil, ¿cuánto más difícil será cambiar a los demás?

Así es queridos amigos: en vez de obsesionarnos por el cambio de los demás tratemos de mejorar nosotros mismo. En vez de intentar sacar la astilla del ojo de nuestros hermanos intentemos sacar la viga de nuestro ojo. Lo curioso es que, muchas veces, por estar concentrados en la astilla del ojo de nuestro hermanos ni siquiera nos damos cuenta que tenemos una enorme viga en el nuestro. Es muy importante despertar la conciencia para ver la viga que hay en nuestro ojo e intentar sacarla con amor.

En psicología existe un principio que se llama proyección, el cual es un mecanismo de defensa donde la gente proyecta sus problemas sobre los demás. Por ejemplo, un hombre infiel es muy posible que proyecto su infidelidad sobre su esposa, creyendo que así como él es infiel, también ella es infiel. Una persona deshonesta creerá que todos son deshonestos. Quien odia creerá que los demás son quienes le odia, etc.

Grafiquemos esta idea con la siguiente historia.

Cuenta la historia que había una señora que le encantaba el chisme. Por eso todos los vecinos no le llevaban bien. Cierto día llegó al vecindario una familia que según ella era muy sucios. Como no se llevaba bien con ningún vecino no podía comentar el asunto, pues nadie le daba crédito. Estaba desesperada por contar la noticia a alguien. Para suerte de ella, por aquellos días recibió la visita de una de sus escasas amigas llamada Rosita. Ni bien llego la atosigó:
-Hay amiga, ¡qué bueno que hayas venido! Tengo que contarte que ha venido a vivir al vecindario una familia muy cochina. Ven para que los veas -Entonces la subió al segundo piso de la casa, donde estaba su habitación. Desde ahí empezó a criticar- Mira su ropa tendida, ni siquiera la han lavado. Mira ahí salen, hoy no se han bañado.
En un determinado momento su amiga la interrumpió diciendo:
-¡Ay amiga! En vez de criticar a tus vecinos diciendo que son unos sucios harías bien en limpiar el vidrio de tu ventana. Entonces verías a los demás de una forma diferente.

Así es queridos amigos: cuando nos sintamos tentados a criticar a los demás, con deseos de querer hacerlos cambiar, cuidemos de que los vidrios de las ventas de nuestra alma estén limpios.
Que Dios les bendiga.

AUTOR: P. Walter Malca Rodas; C.Ss.R.
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