P.Walter Malca Rodas; C.Ss.R.
Para Dios no hay causas perdidas, porque para Él “nada hay imposible” (Lc. 1,37). Esta es una gran verdad de la que debemos estas convencidos plenamente, porque Dios es grande y todopoderoso. En la Biblia, de un modo especial en los evangelios, encontramos hechos sorprendentes donde se ve claramente la intervención del poder de Dios. Uno de esos hechos es el caso conocido como “La hemorroisa”, que el evangelio de Marcos lo narra del siguiente modo:
“Una mujer que padecía hemorragias desde hacía doce años, y que había sufrido mucho con los médicos, que había gastado todo lo que tenía sin provecho alguno y más bien había empeorado, oyó hablar de Jesús, se acercó por detrás entre la gente y tocó su manto. Pues decía: “Si logro tocar, aunque sea su manto, quedaré sana. Jesús se dio cuenta en seguida de la fuerza que había salido de Él, se dio vuelta en medio de la gente y preguntó: “¿Quién ha tocado mi ropa?”. Sus discípulos le contestaron: “Ves que la gente te está apretujando?”. Pero Él miraba alrededor a ver si descubría a la que lo había hecho. La mujer entonces, asustada, y temblorosa, sabiendo lo que había pasado, se acercó, se postró ante Él y le contó toda la verdad. Jesús le dijo: “Hija, tu fe te ha salvado; vete en paz. Estás liberada de tu mal” (Mc. 5,25-34).
Este caso es extremo. Analicemos más detenidamente los detalles. La protagonista era mujer y en aquel tiempo las mujeres no tenían mayor consideración, pues una mujer equivalía a medio hombre. Por ejemplo, para que el testimonio de una mujer fuera válido tenía que estar refrendado por un varón. Además, esta mujer estaba enferma y la enfermedad en aquel tiempo era considerada como un efecto del pecado. Si la enfermedad era leve, quería decir que el pecado era pequeño; pero si la enfermedad era muy grave quería decir que su pecado era muy grande. Por su puesto que ahora ya no creemos esto, dado que las ciencias médicas nos han ayudado a descubrir las causas de las enfermedades. Sin embargo, esta era la mentalidad de aquel tiempo y, por tanto, esta mujer era consideraba pecadora. Un elemento agravante de la situación de esta mujer es que era pobre, porque dice el evangelio que “había gastado todo lo que tenía”. En aquel tiempo la pobreza era considera una maldición de Dios y los ricos, supuestamente, eran benditos de Dios. Por tanto, el caso de esta mujer era tan complicado y había perdido toda esperanza en su recuperación, pues los médicos no podían hacer nada. En eso, en algún momento quizá oyó hablar de Jesús o vio algunos de sus milagros y en ella prendió la chispa de la fe en el Señor hasta el punto de pensar: “Si logro tocar aunque sea su manto, quedaré sana”. Y eso es precisamente lo que sucedió. Ojalá todos tuviéramos la fe de esta mujer maravillosa, que fue capaz de arrancar de Jesús este milagro sorprendente.
En verdad Jesús tiene el poder para obrar maravillas, pero desea que creamos en Él: en su amor, en su poder, en su compasión y en su misericordia. ¡Despierta la fe en tu corazón y podrás contemplar las maravillas del poder de Dios!
UN TESTIMONIO FEHACIENTE DEL PODER DE DIOS
Jorge Castañeda Bueno es un hombre que tenía su familia y sus empresas, en Chiclayo. Desde joven empezó a consumir droga y llegó un momento en que la droga lo dominó y le llevó a perder todo lo que tenía, incluido su familia. Su adicción llegó a tal punto de perder su dignidad de vivir por las calles de Trujillo robando carteras para comprar droga o sándwich para alimentarse. Llegó a pesar 35 kilos. Quienes lo conocían le llamaban “El loco Castañeda”, pues de verdad andaba como un orate. Cierto día fue tocado por la gracia del Señor, por la intervención de un sacerdote, quien en vísperas de Navidad lo llevó a su casa, lo alimentó y lo vistió con ropa limpia. Después lo llevó a la casa de sus familiares, quienes lo acogieron con amor. Al día siguiente pidió ser internado en un centro de rehabilitación, donde recibió ayuda terapéutica. En este lugar tuvo una experiencia muy especial con la Virgen María. Él está convencido que el poder y el amor de Jesús y de María lo sacaron del fango en el que se encontraba. Ahora Jorge está laborando en una empresa, tiene sueños de iniciar su propio negocio. Dios está haciendo maravillas con él, pues ayuda a otras personas con problemas similares. Definitivamente el caso de Jorge es un testimonio fehaciente de lo que puede hacer el poder y la gracia de Dios y nos ayuda a comprender que de verdad para Dios no hay causas perdidas.
AYÚDANOS A CONFIAR EN TU PODER
¡Oh Dios! Tú eres poderoso, porque con tu poder has creado el cielo y la tierra y todo cuando hay en ella. Tú has creado al hombre a tu imagen y semejanza y le has dado poder sobre las obras de tus manos; pero, a veces, el ser humano es orgulloso y, llevado por su soberbia, cree que él todo lo puede apartándose de ti. Ayúdanos a comprender que sin ti no somos nada y no podemos hacer nada, porque tú lo sostienes todo y lo conservas todo. Ayúdanos a comprender que si estamos contigo podemos hacer maravillas, porque tú lo puedes todo. Ayúdanos a confiar más en tu poder, en tu amor, en tu compasión, en tu gracia y en tu misericordia. Cuando creamos que todo está perdido ayúdanos a comprender que para ti no hay causas perdidas. Señor, danos una fe tan grande como la de aquellos personajes bíblicos que fueron capaces de arrancarte milagros sorprendentes, porque creyeron en tu poder.
Padre Nuestro… Ave María… Gloria.