PASION POR LA VIDA

Los cristianos debemos tener pasión por la vida. Sin embargo, muchas veces, no es así. Existen personas que dicen que ser cristianas, pero son opacadas, tristes y amargadas y piensan que, con ese estilo de vida, honran a Jesús. No obstante, Jesús un apasionado de la vida: era alegre, dinámico, su corazón estaba lleno de sueños, ilusiones y esperanzas.

Hay muchos cristianos que son aguafiestas. Jesús no fue un aguafiestas. A él más bien le gustaba las fiestas: Inicio su ministerio en las bodas de Caná, donde trasformó el agua en vino (Jn. 2,1-12). Comparó al reino de Dios como las bodas del hijo del rey (Mt. 22,2-14). Ya podemos imaginar cómo era las bodas de los príncipes: mucho boato, mucho glamour, mucha comida; es decir mucho gozo y gran alegría.

A Jesús le encantaba la comida y la bebida. Esto lo dice el mismo Señor cuando afirma: “vino Juan el bautista, y dijeron: “Tiene un demonio”; viene el Hijo del hombre, que come y bebe y dicen: “Ahí tienen un comilón y un borracho, amigo de publicanos y pecadores”. (Lc. 7,33-4). Por tanto, a Jesús le gustaba comer y beber. No me imagino a Jesús borracho, pero sí tomaba su copa de vino, dado que él perteneció a un pueblo que tenía cultura vinícola. Es más, en la Biblia el vino signo de alegría.

En las bienaventuranzas Jesús repite las palabras: Dichosos, felices. Dicen que las bienaventuranzas son un reflejo del alma de Jesús, algo así como una fotografía de su interioridad. Es decir que Él es hombre feliz. Jesús, el hombre feliz, quiere que nosotros también seamos felices. Por eso dijo a sus discípulos: “Les he dicho estas cosas para que mi alegría esté en ustedes y su alegría llegue a su plenitud” (Jn. 15,11).

Señor, danos pasión por la vida; es decir danos ganas de vivir con intensidad cada momento, cada instante de nuestra existencia.