¿Debemos corregir los errores de los demás? ¡Sí, claro! Es una obra de misericordia que exige: “Corregir al que se equivoca”. Además, lo exige Jesús en el evangelio. Por tanto es bueno corregir, pero para ello hay algunos criterios.
En primer lugar, antes de corregir a los demás, es bueno tener una mirada interior para darme cuenta que, si aquello que quiero corregir en el hermano, pueda que sea mi problema. Hay gente que le encanta andar corrigiendo a los a los demás cuando ellos en sí tienen problemas similares o peores de los que intentan corregir. Recordemos que Jesús dijo: “¿Por qué miras en la paja que tiene tu hermano en el ojo y no te fijas en la viga que tú tienes en el tuyo? Y si no te das cuenta la viga que tienes en tu ojo, ¿cómo te atreves a decirle a tu hermano: ‘Hermano, déjame sacarte la paja que tienes en el ojo’?” (Lc. 6,41-42)
Después de haber hecho esa mirada interior debemos corregir con amor, como lo hace el buen pastor que, cuando encuentra a la oveja perdida, no la maltrata con golpes diciendo: “¡Oveja tonta, estúpida, me has hecho perder mi tiempo. Vamos al redil!”. Así no la corrige. Dice el evangelio que cuando el pastor encuentra a la oveja perdida la toma en sus brazos, la pone en sus hombros y va y hace una fiesta (Lc. 15,4-7).
Finalmente, el otro criterio que nos da el Señor para corregir el diálogo en privado. El Señor es claro cuando dice: “Si tu hermano peca, llámale la atención a solas”. A nadie nos gusta que nos llamen la atención en público. Por eso es que debemos ser prudentes y corregir al hermano, al menos en una primera instancia, en privado. Para ello es necesario tener mucho amor y gran sabiduría.
Señor, danos amor y sabiduría para corregir los errores de nuestros hermanos. Amén