Dicen los psicólogos que el miedo es una emoción auténtica del ser humano, cuya función es librarnos de los peligros. El cuerpo, al experimentar esta emoción, produce adrenalina que fortalece los brazos y las piernas para enfrentar al peligro o huir. Por tanto, hay miedos sanos. Pero también es ciertos que hay miedo enfermizos, como el miedo a la enfermedad, miedo a la muerte, miedo a la pérdida de trabajo, miedo a la soledad, miedo a hablar en público, etc. Estos miedos debemos por superarlos, porque rebajan nuestra calidad de vida.
En esta tarea de superar los miedos enfermizos nos ayuda la fe…, la fe en este Dios que siempre está con nosotros y nunca nos abandona. Y “si Dios están con nosotros, ¿Quién contra nosotros?” (Rom. 8,31), como dice san Pablo. “No tengas miedo” es una frase que, a menudo, se repite en la Biblia. Para ser más exactos dicen los estudiosos que la frase se repite 365 veces. Lo cual quiere decir que hay un no tengas miedo para cada día, dado que el año tiene 365 días. Todos los días el Señor te dice: “No tengas miedo, no tengas miedo porque yo, el Señor tu Dios, estoy contigo”.
Cuando rezamos el credo decimos: “Creo en Dios Padre, todopoderoso”. Esta afirmación, si somos conscientes de lo que decimos, debe sanar nuestros miedos, porque si es cierto que Dios es Todopoderoso, entonces no hay nada que temer, dado que el poder de Dios nos custodia, nos cuida, nos protege y nos sostiene. Si el poder de Dios nos custodia, entonces ¿a qué podemos temer? ¿Qué poder podrá ser más fuerte que el poder divino? ¡Nada! ¿Verdad? El salmista era consciente del poder protector de Dios. Por eso decía: “EL Señor es mi luz y mi salvación, ¿a quién temeré? El Señor es la defensa de mi vida, ¿Quién me hará temblar?” (Sal. 27,1).
Señor, ayúdanos a tener cada día una conciencia clara y nítida de tu presencia amorosa, misteriosa y misericordiosa que siempre nos acompaña para que así se extingan nuestros miedos y reine tu paz en nuestro corazón. Amén.