UN VALOR QUE DA VIDA Y CAUSA MILAGROS

“El que siembra tacañamente, tacañamente cosechará; el que siembra generosamente, generosamente cosechará” (2Cro. 9,6), dice San Pablo. Lo cual es cierto, porque la generosidad produce milagros sorprendentes, tal como le sucedió a la viuda de Sarepta (1Rey. 7,8.24), en el Antiguo Testamento. Recordemos el caso.

El profeta Elías, en tiempos de la sequía que duró tres años y seis meses, fue enviado por Dios a Sarepta, donde, en la entrada de la ciudad encontró un viuda que estaba recogiendo leña. El profeta le pidió que le diera un vaso con agua. Mientras la mujer estaba yendo a traer el vaso con agua el profeta le dijo que le trajera un pan. La mujer le respondió que justo estaba recogiendo leña para hacer un pan para que lo coma ella y su hijo y luego esperar la muerte. El profeta le dijo que no sucederá eso, porque está escrito que no se acabará la harina y el aceite. La mujer, haciendo caso a estas palabras, compartió su pan con el profeta y, milagrosamente, tuvieron comida hasta que retornó la lluvia. Muchas veces me he preguntado ¿qué hubiese sido si dicha mujer, llevada por su tacañería, no hubiese compartido su pan con el profeta? Estoy seguro que aquel día hubiese comido el pan con su hijo y luego hubiesen muerto. Pero gracias a su generosidad sobrevivieron a la hambruna. Esto sucedió en el Antiguo Testamento, pero Dios sigue manifestándose hoy. Una señora me contó el siguiente testimonio:

“Yo tengo una tienda en Talara. Un día no había vendido nada, excepto un artículo de 50 céntimos. En la tarde, entrada la noche, entra en mi tienda un anciano que me pedía que le colabore con 30 céntimos para su pasaje para que vaya al alto. Mi mirada iba entre el anciano y mis 50 céntimos. A final de cuenta pensé: “Creo que este anciano necesita más que yo”. Entonces le di el dinero. El Señor me agradeció y salió. Ni bien salió por la muerta salí a ver a donde se dirigía, me quedé sorprendida porque desapareció pronto. No entiendo como sucedió eso. Lo cierto es que después de este episodio la gente empezó a llegar a mi tienda y estuve vendiendo hasta media noche. En esas horas tuve una ganancia considerable”.

Estos episodios nos ayudan a comprender que lo que dice San Pablo es verdad: que la generosidad es un valor que da vida y causa milagros. Por eso aprendamos a ser generosos.